Por Julio César Hernández

El que siembra, cosecha.

Y en el Consejo Económico y Social de Jalisco (CESJAL), quienes sembraron la insidia, la “grilla” y la politiquería, hoy están cosechando una división que impidió que hubiera un nuevo presidente.

¿De quién fue el voto que evitó que Tomás López Miranda fuera el nuevo presidente del Cesjal y que impidió que lograra sumar a su favor los 14 sufragios necesarios para convertirse en el sucesor de Eduardo Orendáin Giovannini?

López Miranda se quedó en la orilla o, bien, en la antesala de la presidencia de este organismo al lograr quedarse con 13 votos de los 21 consejeros asistentes a la sesión electiva, mientras que Raymundo Gómez Flores quedó muy atrás con siete votos.

El notario Adalberto Ortega Solís sólo logró quizás los votos de quienes lo postularon: la Universidad de Guadalajara y la Confederación Revolucionaria de Obreros de México (CROM), votos que en la segunda vuelta se repartieron entre los dos finalistas con el siguiente pronóstico: el voto de la UdeG fue para Gómez Flores y el de la CROM para López Miranda.

Y desde la primera vuelta se registró un voto nulo.

Voto que evitó a toda costa que Tomás López Miranda se levantara con la victoria y, con ello, que sus principales promotores, Javier Gutiérrez Treviño y José María Andrés Villalobos saborearan sobre sus adversarios las mieles del triunfo.

Lo que sucedió ayer en la sede del Cesjal deja muy en claro el ambiente que reina al interior de este organismo que, ya para estas alturas, no son pocos los que consideran que ante el espectáculo que ha dado en su corta vida, lo mejor es que, inclusive, termine por desaparecer.

El hecho de que a lo largo de los dos años de su existencia, las relaciones entre los integrantes del Cesjal se hayan deteriorado al grado de que de la unanimidad para elegir a Orendáin Giovannini hayan pasado a la división que les impide elegir a su nuevo presidente en ¡tres rondas!, deja en claro que lo mejor es que este organismo pase a mejor vida, quizás para renacer con mejor “estrella”.

Y en este escenario cada consejero debe asumir la responsabilidad que le corresponde, tanto aquellos que se encargaron de enrarecer el clima que llevó a la renuncia de Eduardo Orendáin y luego se asumieron como los “dueños” del organismo para tratar de imponer a López Miranda, como quienes tuvieron una actitud pasiva que simplemente dejaron hacer, dejaron pasar.

Los consejeros se dieron de plazo una semana para ponerse de acuerdo y volver a reunirse para elegir a su nuevo presidente. El hecho de que no lo hayan logrado en la sesión de ayer y el haber llegado a una tercera ronda de votación, pone en entredicho que siete días sean suficiente para llegar a un acuerdo, salvo que uno de los contendientes decida declinar a favor del otro.

Pero no hay signo alguno de que esto pueda suceder, pues las posturas de los dos grupos que se han integrado al interior del Consejo, se han radicalizado.

Por eso, no queda mas que decir: hasta no ver, no creer.