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Julio César Hernández
Quizás una de las últimas frases que los regidores panistas en Guadalajara podrían dejar inscritas en el salón de Cabildo es aquella que reza: “Quien a hierro mata, a hierro muere”.
Tal vez suene muy fuerte, sí, pero finalmente esta es la sentencia que le aplicaron a Aristóteles Sandoval Díaz, presidente municipal electo, al no aprobar que la Plaza de la Liberación fuera declarado recinto oficial y donde el edil priista rendiría protesta el próximo jueves 31 a las 18 horas. La sesión tendrá que efectuarse, entonces, en el recinto del Palacio Municipal.
Y la actitud tibia del presidente municipal interino, Juan Pablo de la Torre Salcedo, que no es capaz de tomar una decisión en hechos como éste y prefiere abstenerse, demuestra también falta de liderazgo del edil en la bancada de su partido.
En política no se vale el rencor, y quienes lo cultivan entonces están muy lejos de ser políticos, por muchos cargos de elección popular o cargos administrativos que ocupen. Lo que demostraron los regidores de Acción Nacional en la pasada sesión de cabildo no fue sino su hambre de venganza, su sed de revanchismo porque no lograron beneficiar a sus allegados, amistasdes y hasta familiares, incluyéndolos en la nómina municipal.
Esa actitud es reprobable entre quienes se jactan de ser políticos.
Claro, ninguna repercusión tendrá dicha negativa en la ceremonia de toma de posesión de Aristóteles Sandoval, quien deberá de demostrar ese “amor” por el pueblo que dice tener no sólo en eventos de fiesta o festejos populares como podría ser éste sino en hechos y acciones de gobierno para beneficio de los tapatíos.
Finalmente tendrá tres largos años para darse los muy gustados “baños de pueblo”, máxime cuando enfrente advierte a lo lejos la presencia del 2012.