Gilberto Pérez Castillo
A los priistas -militantes y dirigentes- en realidad no les gusta la democracia interna que pasa por la elección directa de candidatos y dirigentes.
Acostumbrados a la línea durante décadas, la preferencia por las llamadas candidaturas de unidad acabó arraigándose en el ADN de los priistas, quienes ven con temor las elecciones internas donde hay que jugársela, apoyar y votar por alguien y, por ende, contra alguien. Los proceso democráticos, argumentan, acaban dejando al PRI desunido y enfrentado.
Por eso los priistas de Jalisco empiezan a ver con cierta alegría la tendencia que han seguido las designaciones de los candidatos a gobernador en los estados de México y Nayarit. Saben que lo más seguro es que también en Jalisco la dirigencia nacional y quien entonces se perfile como el candidato a la Presidencia de la República presionarán para que también en Jalisco haya candidato a gobernador de unidad.
Ahora, con esa tranquilidad que les da visualizar una candidatura de unidad, los priistas de Jalisco tratan de interpretar las señales que dejan las designaciones de los candidatos en el Estado de México y Nayarit.
¿Qué tanto pesarán las encuestas en la decisión?
¿Ser presidente municipal es una ventaja para alcanzar la candidatura?
¿Se privilegiará a los llamados nuevos priistas sobre la vieja guardia?
¿Cómo se evaluarán las debilidades de los aspirantes y qué peso tendrán?
Sabiendo que en julio del 2012 habrá también elección presidencial, los miembros del PRI y los aspirantes a la candidatura a gobernador por este partido saben que la dirigencia nacional y quien se perfile como candidato a la Presidencia tendrán un peso fundamental en la decisión de quien será el abanderado priista.