En serio, cuando me llegó el mensaje por whatsapp “Almaguer será propuesto para Fiscal General” pensé que era broma.
Pero no, iba en serio y unas horas más tarde llegaba la propuesta en papel y tinta al Congreso del Estado, no obstante que los medios nacionales daban por hecho que sería José Martín Godoy Castro el sustituto de Luis Carlos Nájera (¿quién les filtró ese nombre del ex procurador de Michoacán a los periodistas de allá?).
No soy el único que cree que Eduardo Almaguer Ramírez no tiene el perfil para ocupar tan delicado cargo. Es más, no he encontrado a alguien, dentro y fuera de las filas del PRI, que crea que sí. Y lo he comentado con muchos.
Mis expectativas y mi pronóstico sobre los resultados que dará Almaguer, lamentablemente, no son optimistas.
Si nos vamos a la lógica, empezando por la trayectoria del nuevo Fiscal General de Jalisco, su carrera en el servicio público cabe en un breve párrafo: maestro universitario, regidor en Guadalajara y Secretario del Trabajo en el gobierno estatal. Nada, absolutamente nada que ver con la seguridad y con la procuración de justicia.
Ni siquiera se puede justificar diciendo que es abogado, pues, como se sabe, el derecho es ahora tan complejo que la materia laboral no es cercana al derecho penal ni al que tiene que ver con la seguridad preventiva.
Pedir un “voto de confianza” no tiene sentido, no hay ser humano que tenga las capacidades para brincar de un cargo a otro y aprender en días o semanas lo que tarda años. No hay supermanes, aunque los políticos se empeñen en creer que lo son.
Además debemos agregar que el propio diseño institucional de la Fiscalía General del Estado hace prácticamente inviable encontrar a una persona que pueda coordinar funciones tan complejas como:

  • Dirigir y controlar a los agentes del Ministerio Público, con todo lo que implica investigar los delitos, integrar las averiguaciones previas, ejercitar acción penal cuando hay elementos y darles seguimientos a tantos juicios penales. Este tema se agrava cuando se está transitando al nuevo sistema de juicios orales;
  • Manejar a la Policía Investigadora, la que auxilia al Ministerio Público en la investigación de los delitos y el acopio de pruebas para la integración de la averiguación y para la detención de los delincuentes;
  • Dirigir a la policía estatal, la preventiva;
  • Conducir el manejo de los reclusorios estatales;
  • Guiar la atención a víctimas;
  • Liderar el trabajo del Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses; y
  • Supervisar el trabajo de la Unidad Estatal de Protección Civil y Bomberos.

 
Aunque orgánicamente se suponía que la policía vial también pasaría al control de la Fiscalía, ese traspaso nunca se concretó.
Como se ve, son tantas y tan complejas las funciones que se fusionaron en esta administración bajo la Fiscalía, que es prácticamente imposible encontrar quien pueda tener un mínimo de conocimientos en tantas canchas, como para esperar que haga un buen papel. Muchos menos si se echa mano de alguien ajeno a todas estas materias.
Claro, dirán, para eso están los subalternos, los directores; pero para conducir y coordinar medianamente una organización tan compleja como la Fiscalía se requiere tener un mínimo de información y formación, sobre todo en esa institución tan llena de mañas y corrupción.
Una más, por si fuera poco, Almaguer es político y conducirá el trabajo de la Fiscalía pensando en su siguiente cargo y en la próxima elección.
Insisto, no he encontrado a alguien que crea que Eduardo Almaguer tiene el perfil para hacer un buen papel como Fiscal General de Jalisco.
Lo peor del asunto es que de su desempeño depende en buena parte la seguridad y la tranquilidad de los jaliscienses.
Y los niveles de inseguridad que hemos alcanzado no están como para experimentos, para pedir “votos de confianza” ni para jugar vencidas con el gobierno federal.