Agazapado en las últimas semanas, apareciendo en público estrictamente lo necesario, Enrique Alfaro Ramírez concluirá el 2015 con una evaluación positiva para él y su reducido grupo de colaboradores que trabajaron en los últimos años para llevar al alfarismo en particular y al Partido Movimiento Ciudadano en general a los espacios de poder de los que hoy goza y con los que cierra el año. Algunos neoalfaristas se sumaron en los últimos tiempos y alcanzaron para disfrutar actualmente de las mieles del poder.
El 2015, sin duda, fue el año del alfarismo, particularmente porque el trabajo realizado en gran medida en las redes sociales y en no pocos medios de comunicación que simpatizaron con esta corriente, le permitieron tener la difusión no sólo de sus declaraciones sino de sus intenciones que modificaron la percepción ciudadana y que se tradujo en millones de votos el pasado mes de junio, imponiéndose no sólo al partido en el poder estatal y en los pasados municipales, como el Revolucionario Institucional, sino que llevaron a partidos tradicionales como el PAN y el PRD a posiciones muy abajo.
Resultado de los comicios pasados, el alfarismo ganó las elecciones en 24 municipios que representan el 19.2% . Es la misma cantidad que la ganada por el PAN, pero casi la mitad de los que obtuvo el PRI que ganó en 46. Los 24 municipios ganados por PMC contrastan en mucho con los nueve que gobernaron en el primer trienio de este sexenio.
Sin embargo, el Partido Movimiento Ciudadano ganó los municipios más importantes de la entidad y los más poblados, que lo lleva a gobernar actualmente al 63.16% de los jaliscienses que traducidos en números son 4 millones 590 mil habitantes de Jalisco.
También hay que tomar en cuenta la cantidad de diputaciones federales y locales obtenidas, lo que lleva a este corriente a ser mayoría en la fracción legislativa en San Lázaro, con un jalisciense como coordinador, y tener la fuerza suficiente en la bancada local en el Congreso del Estado.
Si bien el inicio de los gobiernos alfaristas no fue cómo los gobernantes hubiesen querido, pues ya padecen los reclamos ciudadanos por la falta de atención en los servicios públicos -los baches principalmente-, por el incremento en los salarios de los funcionarios de primer nivel, por la renuncia o despido de varios funcionarios en apenas dos meses y medio de gobierno, y por otras razones más, lo importante en este momento es que ya están en el poder y ahora habrá que afianzarse a partir del próximo año, respondiendo a las expectativas generadas en campaña, que no son pocas ni fáciles.
El próximo año, el 2016, servirá para conocer si los gobiernos alfaristas cumplen con esas expectativas o son rebasados por la realidad con el riesgo de que su buena estrella se les apague antes de tiempo; o sea, en vísperas de que se definan algunos perfiles para ser considerados como prospectos a futuras candidaturas al cierre del 2017 o principios del 2018.
En 2016 los ciudadanos esperan el cumplimiento de las promesas y compromisos adquiridos. Ya no habrá tolerancia al “vamos comenzando” ni mucho menos a voltear la vista hacia atrás para justificarse con un: “es que heredamos” o “los gobiernos anteriores nos dejaron…”. No, los gobiernos alfaristas deberán de llevar a los hechos los dichos de campaña y del arranque de sus gobiernos.
Reiteramos: 2015 fue su año, hay que esperar para conocer qué realidad pinta el 2016 y qué podemos esperar para el 2017.
Mientras tanto, los alfaristas deberán de brindar gustosos y felices por lo logrado en este año que fenece. El 2016… ¡ya llegará!