Dice un dicho: “lo que en el pobre es borrachera, en el rico es alegría”.
Esto viene a cuento, luego de leer la justificación del dirigente nacional del PAN, Gustavo Madero Núñez, sobre la decisión de recurrir al método de designación de 24 candidatos a senadores y 141 a diputados federales por mayoría, así como los plurinominales, desechando la participación de la militancia activa y adherente.
Para Gustavo Madero este método -que generó enojo e irritación en un importante sector del panismo del país, incluyendo a los equipos de los presidenciables Josefina Vázquez Mota y Santiago Creel- no es “dedazo” sino “designación democrática y estatutaria”.
¿No fue el “dedazo” una de las principales críticas que por años los panistas del país le hicieron al otrora poderoso PRI? ¿No fueron los procesos democráticos -desde la visión de que una mayoría en la asamblea es la que elegía a sus candidatos- los que por más de medio siglo presumió el panismo mexicano? ¿No eran motivo de orgullo dichos procesos, donde los ungidos salían con la cara de frente a sabiendas de que estaba legitimado para ser candidato y buscar ganar una elección?
Pero, no. Para Gustavo Madero es impensable calificar de “dedazo” lo que la Comisión de Elecciones propuso y el Comité Ejecutivo Nacional avaló.
No, para el chihuahuense el método de designación no lo hace una sola persona y está apegado a los reglamentos. Dijo que lo que para muchos es un vil “dedazo”, para la dirigencia panista es una fórmula democrática que permitirá tener los mejores candidatos y candidatas a puestos de elección popular.
No, pues sí.