Andrés Manuel López Obrador declaró el sábado en Zapopan:
“Lo digo con respeto: están engañando con el Movimiento Ciudadano, ¡es lo mismo, que quede claro!”.
¿Es necesario que López Obrador venga y nos diga lo que a lo largo de los años ha quedado evidenciado y que hoy quizás, con el Caso Schmidt, tiene su máxima expresión ese engaño del emecismo, o mejor dicho del alfarismo?
Pero, ¿el engaño es sólo con Movimiento Ciudadano donde el sábado pasado quedó demostrado que dominan los mismos vicios que prácticaron como priistas y que luego condenaron al renunciar a su militancia en ese partido?
¿No hay engaño con el PRI donde nos aseguran que son ejemplo de democracia y en cada decisión nos muestran que es la decisión del Gran Elector la que se impone sin que nadie se atreva a levantar una voz de protesta?
¿No hay engaño con el PAN donde nos pretenden hacer creer que son los paladines de la honradez, pero tienen varias cuentas pendientes de corrupción sin ajustar como deberían de hacerlo?
¿No hay engaño con el propio Andrés Manuel y Morena, cuya declaración #3de3 es consideraba una burla a la inteligencia ciudadana, sin contar la cadena de engaños que no ha hecho a lo largo de tantos años en campaña?
¿No hay engaño con los candidatos de todos los partidos que hacen promesas y compromisos para ganar votos y que  llegando al gobierno no sólo no la cumplen sino que actúan en sentido contrario, como incrementar el impuesto predial o tener en pésimo estado las calles de sus respectivos municipios llenos de baches, por ejemplo?
Creo que Andrés Manuel López Obrador no puede ser el primero que lance la piedra acusando a otros de engañar, como, por supuesto, Enrique Alfaro Ramírez tampoco puede ser el primero que lance la piedra asegurando que ellos, los alfaristas, no son igual que los demás.
Y, por supuesto, ni el PRI ni el PAN pueden lanzar la primera piedra culpando a sus adversarios de antidemocráticos y deshonestos.
¿Con quién nos quedamos, entonces?