Julio César Hernández
¿A quién le sorprende que la Legislatura LVIII realizó un verdadero “cochinero” en el manejo de los recursos públicos, cuando esto fue público y así se denunció aun durante dicha gestión?
¿A quién le extraña este caso cuando durante toda la pasada Legislatura se criticó públicamente el manejo discrecional que hacían de la otrora Partida 8000 y que, por lo tanto, hoy todo eso no es sino una información -ya no es noticia- reciclada?
¿A quién le asusta todo este asunto cuando el veredicto público y ciudadano, aun antes de que concluyera la pasada Legislatura, fue reprobatorio y calificada como igual o peor que la que le antecedió?
Y, sin embargo, muchos de los diputados que integraron dicha Legislatura fueron postulados por sus respectivos partidos como candidatos a otro cargo de elección popular y salieron a pedir el voto. Algunos de ellos ganaron -Jorge Arana, por ejemplo- y otros perdieron pero aun así -por razones del sistema- ocupan un cargo público -léase Jorge Salinas-.
Asustados por la condena ciudadana a sus antecesores, los actuales diputados pretendieron hacernos creer que ellos sí actuarían diferente y que tendrían el valor de mantener nuna conducta intachable para “lavar” la imagen pública del legislador, sólo que cayeron en su propia trampa y “escupieron hacia arriba”.
Un ejemplo de ello fue la renuncia-destitución de su inicialmente secretario general, Carlos Corona Martín del Campo, y de los gastos excesivos que han hecho, al grado de que se manifestaron insolventes, sin dinero en las arcas, pero que quién sabe cómo le han hecho o de dónde han sacado dinero para pagarle a sus trabajadores.
Acelerados por quién sabe quién y vaya usted a saber con qué oscuros propósitos, se aventaron “a lo borras” a pagar la aplicación de una auditoría a la pasada Legislatura, en la que también quedaron entrampados, pues ya no supieron qué hacer con los resultados y simplemente le aventaron la “bolita” a la Auditoría Superior del Estado.
Vamos, ni siquiera tuvieron en valor para dar a conocer personalmente los resultados. Sólo repartieron copias a los medios de comunicación, pero nadie dio la cara.
Así, atrapados en su propio laberinto, nuestros insignes diputados incurren en el error de alentar una “cacería” en contra del auditor superior Alonso Godoy Pelayo, simplemente para quedar nuevamente exhibidos como los verdaderos protagonistas del “escenario del absurdo”, como lo dijera atinadamente un crítico de Godoy Pelayo, el diputado priista Luis Córdova.