Por José Antonio Elvira de la Torre

¿Qué nos dejó la primera de tres citas pactadas para debatir entre las candidatas y el candidato a la presidencia de la República?  

Interés de la ciudadanía

Mucho se especuló sobre el interés que la ciudadanía podría prestar a estos ejercicios, no sólo por la idea bastante arraigada del no interés en los asuntos públicos de la mayoría de personas de nuestro país, sino también por el discurso profusamente difundido de que la elección ya está decidida.

De acuerdo con el informe de los consejeros electorales integrantes de la Comisión Temporal de Debates del INE, alrededor de 13 millones de personas presenciaron la transmisión (casi igual al tercer debate entre López Obrador, Anaya, Meade y Rodríguez en 2018), y de ellos 11.3 millones tienen edad para sufragar. Esta cifra es importante, pero no suficiente si consideramos que podrían votar más de 97 millones de ciudadanos. Otros datos interesantes, aportados por una empresa contratada por el INE para analizar la audiencia del debate fueron los siguientes:

  • el 55% fueron mujeres,
  • 46% amas de casa,
  • 19% de espectadores con educación superior,
  • 47% con nivel socio económico A B C+
  • 82% cuenta con servicio de internet,
  • 22% es miembro de una familia cono jóvenes de 13 a 18 años.

En resumen, la creciente intensidad de las campañas y el mayor involucramiento de la ciudadanía para establecer su preferencia conforme se acerque la jornada electoral, nos permiten pensar que el segundo y tercer debates pueden atraer a un número mayor de audiencia, por lo que este primer ejercicio supone una excelente base.

El papel central de las mujeres

En muchos sentidos, esta elección es diferente y significativa. Aunque no es la primera ocasión que participan mujeres en los debates presidenciales de nuestro país (en elecciones anteriores, en que ya se realizaban debates presidenciales, han sido candidatas Cecilia Soto, Patricia Mercado, Josefina Vázquez Mota, Margarita Zavala), sí es la primera ocasión en que no sólo una, sino dos candidatas encabezan las preferencias y muy seguramente, de entre una de ellas, saldrá la ganadora de la elección.

En la mayoría de columnas políticas y opiniones especializadas fue evidente el interés por analizar con seriedad el debate (modelo de discusión, desarrollo de las etapas, la organización e incluso la producción para la televisión del mismo), y los desempeños de los candidatos (capacidad argumentativa, lucidez para responder cuestionamientos, habilidad para replicar). Sin embargo, encontramos también algunos casos en que se cruzó la línea entre opinar libremente y cuestionar por las razones equivocadas a alguna de las candidatas, dejando en segundo término sus planteamientos de cómo atender los problemas públicos y las acciones requeridas, y centrándose de forma innecesaria en cuestiones personales que incluso rayan en lo que puede considerarse violencia política en razón de género.

Las expectativas del debate y el desempeño de las candidatas y el candidato

Si consideramos lo que se esperaba de este primer debate y se compara con lo que finalmente vimos, puede decirse que no alcanzó a cubrir las enormes expectativas que del mismo se tenían. No obstante, esto no cancela su importancia y utilidad democrática.

En términos de personas, no debemos juzgar a la ligera la presión a la que se someten las candidatas y el candidato, no sólo por la relevancia del evento y su importancia en la contienda, sino por las restricciones de tiempo, la enorme variedad de temas que abordan y la incógnita que representan las preguntas realizadas por la ciudadanía. Por supuesto, la preparación es esencial, pero esperar que no existan errores y emociones no es razonable. Importa más la disposición y apertura que muestran los aspirantes a participar en el ejercicio de diálogo, deliberación y contrastación de ideas y proyectos. En este sentido, el debate nos queda a deber, las candidatas y el candidato tienen una deuda pendiente con nosotros que esperemos salden en las próximas semanas de campaña y en los dos ejercicios de debate restantes.

El primer ejercicio, aunque insuficiente, dejó pinceladas interesantes de cómo se piensa desde diversas perspectivas el futuro de la comunidad; por ejemplo, si el modelo de salud debe ser únicamente un tema gubernamental o si, por el contrario, debe atenderse desde una perspectiva de coordinación pública y privada; si los recursos orientados a la salud y la atención médica son suficientes y si estamos de acuerdo con sus resultados o no; si la educación, el modelo educativo, la relación con los profesores y los recursos destinados a las escuelas públicas debe ser revisado o debe mantenerse; si las políticas implementadas han generado impactos significativos para disminuir la condición de vulnerabilidad y exclusión de algunos grupos o si, por el contrario, debe modificarse el enfoque y replantear el funcionamiento.

Puede pensarse que perdimos una excelente oportunidad, que no obtuvimos suficientes respuestas (ya sea por el modelo o por la negativa a dialogar, compararse, contrastar y diferenciarse), pero estos ejercicios siguen siendo necesarios para generar una verdadera relación de rendición de cuentas entre los candidatos y eventuales gobernantes con la ciudadanía y mejorar la calidad de nuestra democracia.