Si comparamos las historias de las mafias del crimen organizado en Italia, Japón, Estados Unidos y Colombia vemos un elemento común: los políticos solamente reaccionaron y empezaron a combatirlas con firmeza cuando éstas empezaron a matar políticos.

Sí, en todos los casos la secuencia fue prácticamente igual y México ha seguido ese patrón.

Primero justificaron las matanzas y la violencia porque se dirigían a miembros de bandas contrarias. Con eso justificaron su inacción: “se matan entre ellos”.

Nadie se salva

Pero los criminales empezaron a secuestrar y matar a personas con altos recursos. Entonces los gobiernos y los políticos fingieron que los combatirían con grupos especiales antisecuestros pero no hubo buenos resultados.

Luego vinieron los secuestros y asesinatos de periodistas, sacerdotes, maestros, estudiantes. Ya nadie estaba a salvo de la violencia del crimen organizado.

Entonces los gobiernos y los políticos empezaron a voltearse para otro lado y a echarse la bolita unos a otros.

Pero llegó un momento en el que, envalentonados por la inacción de los gobiernos y por la impunidad, las mafias empezaron a secuestrar y matar políticos. Diputados, senadores, jefes policíacos, jueces y ministros, alcaldes, exfuncionarios, dirigentes de partidos, candidatos. Ahora sí nadie está a salvo.

De la corrupción al miedo

Los motivos de la inacción contra el crimen organizado también son similares si comparamos la historia de la relación de las mafias y los políticos en Italia, Japón, Estados Unidos y Colombia. Y México no es la excepció

Primero fue la corrupción. Dinero para enriquecer políticos que se hacían de la vista gorda ante las actividades criminales. Fondos y recursos para campañas, para comprar voluntades y para sacar del camino a opositores incómodos.

Con el cobijo de gobiernos y políticos las mafias crecieron y se hicieron más poderosas, hasta que un día se dieron cuenta que el poder de violencia que tenían era suficiente para enfrentar a la fuerza de los gobiernos municipales y regionales.

Entonces vino el miedo. El crimen organizado pasó de pagar extorsiones y derechos de piso a los políticos a cobrarlos.

Pronto, con su capacidad de violencia y muerte y con sus enormes recursos económicos extendieron sus dominios y ampliaron su cartera de actividades ilícitas: secuestro, extorsión, piratería, prostitución, trata de personas, contrabando.

Ahora sí: nos están matando

Sí, en todos esos casos fue hasta que los políticos de todos los partidos se vieron en grave riesgo cuando empezaron a actuar y a fortalecer las instituciones de seguridad, justicia y carcelarias.

Lo que no hicieron por la sociedad sí lo hicieron para defenderse ellos.

Pero en todos los casos de algo sirvió porque por fin se dieron cuenta del grave daño social e institucional que generan los poderosos grupos del crimen organizado y porque hasta entonces entendieron el terror con el que vivía la gente.

En México ahora cada día es asesinado, atacado, secuestrado, extorsionado o amenazado un candidato, gobernador, alcalde, diputado, exalcalde o exgobernador, jefe policíaco o policía de tropa, juez, magistrado, dirigente de partido.

¿Habrá llegado el punto de quiebre como sucedió en otros países?

¿Ahora sí nuestros políticos reaccionarán y pondrán un alto al crimen organizado?

Aunque sólo sea en su defensa propia.