Por Julio César Hernández

El domingo por la mañana, los aspirantes a la dirigencia del PRI en Guadalajara eran más de los cuatro que se registraron finalmente. Sin embargo, uno de ellos, considerado como el favorito, decidió declinar: Leobardo Alcalá Padilla.

El regidor tapatío decidió sumarse a la candidatura del presidente del Icadep, Héctor Pizano Ramos y Verónica García, a quienes también se sumó otro aspirante, Rubén Leyva, y ambos fueron quienes los registraron ante el Partido.

Sacar un candidato de unidad se buscó todavía el domingo hasta por la tarde, convocados los aspirantes por el senador Ramiro Hernández García. Pero el intento fracasó.

Eduardo Almaguer Ramírez se empeñó en no claudicar, se negó a sumarse a cualquier otro candidato y se registró, primero, con Verónica Flores como compañera de fórmula, pero después cambió de pareja, anuló a Flores y registró a Rocío Corona Nakamura.

Corona Nakamura, a su vez, no quiso ser candidata a la secretaría general con Héctor Pizano, pese a los intentos del senador Hernández García por convencerla.

En esta carrera por relevar a Alberto Mora Martín del Campo, colocan con ventaja a la fórmula Pizano-García, quien además de sumar la fuerza de Alcalá y Leyva logró enlistar el apoyo de 135 consejeros políticos –de los 400 registrados- para su registro, así como el “espaldarazo” de ex alcaldes como Guillermo Reyes Robles, Guillermo Vallarta Plata, Enrique Dau Flores y Alberto Mora López.

Según las cuentas, la fórmula que obtenga la victoria lo hará con el 30 ó 40 por ciento del Consejo Político Municipal, en tanto que el 70 ó 60 por ciento restante se repartiría entre las otras tres parejas de contendientes.

El reto de los priistas tapatíos es que aprendan a contender sin terminar divididos. ¿Lo lograrán?