Por Gilberto Pérez Castillo

La semana pasada, en una sesión del Consejo Político del PRI Tlaquepaque, Alfredo El Güero Barba destapó al ex Alcalde Miguel Castro como su candidato a la Presidencia Estatal del PRI.

En su intervención Alfredo Barba aseguró que Miguel Castro también cuenta con el apoyo del ex Candidato a Gobernador del Estado Arturo Zamora Jiménez.

De ser cierto lo anterior, Zamora Jiménez tendrá que darles algunas explicaciones a otros miembros del Grupo que dentro del PRI comandaba hasta hace algunas semanas, y que ahora jefatura el Rector de la Universidad de Guadalajara Carlos Briseño Torres.

Dentro de ese Grupo varios de sus integrantes habían anunciado sus intenciones de competir por la Dirigencia Estatal del PRI que habrá de dejar el mes de febrero del próximo año Javier Galván.

Alberto Mora Martín del Campo, Francisco Morales Aceves y Leobardo Alcalá Padilla habían abierto su juego en las reuniones celebradas por ese Grupo y, seguramente, ahora esperan una explicación de lo dicho por Alfredo Barba.

Una explicación similar esperarán seguramente del propio Miguel Castro, quien también asiste a las reuniones del Grupo Briseñista y que fue destapado sin previo aviso a sus compañeros de Grupo.

A abrir sus cartas

Es una costumbre muy arraigada entre los políticos priistas la de no comprometerse públicamente con algún candidato cuando hay contiendas internas.

Lo más frecuente es que aquellos a los que se les pide el apoyo acaben diciéndoles que sí a todos los que lo solicitan, sin hacer un compromiso real con ninguno con el fin de no quedar mal con el que gane.

Pero conforme pasan los años esa costumbre es cada vez más evidente y grotesca.

Por eso, les costará mucho trabajo a personajes como Carlos Briseño Torres, Arturo Zamora Jiménez, Ramiro Hernández García, Javier Galván Guerrero, Rafael Yerena (CTM), Jorge Arana Arana, Eugenio Ruíz Orozco, Carlos Rivera Aceves y Guillermo Cosío Vidaurri jugar a darles el apoyo a todos, para pretender quedar bien con el que gane.

El caso de Carlos Briseño y Arturo Zamora deja bien claro que no se puede jugar con las aspiraciones de los aliados sin quedar mal con varios o con todos. Llegó la hora de que Briseño y Zamora decidan entre Miguel Castro, Alberto Mora Martín del Campo, Francisco Morales Aceves y Leobardo Alcalá Padilla, o por sumarse a una negociación que no beneficie a ninguno de los anteriores.

Y cualquiera que sea la decisión que tomen, habrán de pagar un costo político inevitable.

El caso de Briseño y Zamora debería servir como ejemplo para otros actores políticos priistas que ahora serán presionados para tomar una decisión clara y pública.

¿Jugará Ramiro Hernández con alguno de sus aliados, como Salvador Barajas e Ismael Orozco, o acabará también comprometiéndose en una negociación con un ajeno?

¿Por dónde decidirá irse Javier Galván? ¿Con su compadre Javier Guizar? ¿Tendrá un plan alternativo?

¿Qué hará Rafael Yerena? ¿Sumarse al Güero Barba? ¿Agarrar candidato propio? ¿O salirse con la ya poco creíble salida de dejar que cada dirigente cetemista se vaya con quien quiera?

En fin, se acerca la hora de las decisiones en el PRI, y sus principales protagonistas tendrán ahora que demostrarles a sus aliados y a los ajenos de qué están hechos.