La verdad que el pasado junio del 2015 cuando el Partido Movimiento Ciudadano arrasó electoralmente la zona metropolitana -en municipios y distritos-, nunca me imaginé -y creo que nadie más tampoco- que apenas a cinco meses de gestión escucharía de uno de sus gobernantes expresar la fatídica frase: “no voy a renunciar ni a dejar el cargo o pedir licencia…”.
Sin embargo, confieso que no me sorprende que quien expresó dicha advertencia -¿o amenaza?- haya sido la alcaldesa de Tlaquepaque, María Elena Limón García, quien administrativa y políticamente tiene al municipio sumido en una severa crisis que, primero, la llevó a tocar la puerta de Casa Jalisco y luego a ser “arropada” -quizás con no mucho gusto- por el jefe de la tribu Enrique Alfaro Ramírez, quien desde antes de que arrancara la administración “naranja” avizoró la negra nubarrona que se avecinaba a la Villa Alfarera.
Basta recordar cómo antes de iniciar el trienio Limón García “rompió” con el enviado de Alfaro Ramírez para asumir la secretaría general, Jesús Reynoso Loza.
Desde entonces advertimos que ahí, en Tlaquepaque, estaría el “coco” del alfarismo. Y dicho y hecho. Limón García no nos ha quedado mal y hasta el momento se ha caracterizado por ser el peor gobierno de los alfaristas que llegaron al poder el primero de octubre del año pasado, peleándose con los de casa y con los vecinos. Pero ella, al parecer, vive en otro mundo y está convencida de que ahí todo marcha bien…
Ni la ejecución del 03 y sus dos escoltas de la Policía Municipal y ni la renuncia posterior al lamentable hecho de los 01 y 02 la inmutaron. Consideró poco pertinente e inoportuno preguntarle a su comisario y a su segundo de abordo la razón de su renuncia, según confesó públicamente sin rubor alguno.
Ya ni reiterar sobre el éxodo de colaboradores de primera línea que se ha registrado en menos de medio año, por lo que me atrevo a decir que puede ser digno del record Guinnes. Pero para Limón García los equivocados son quienes se han ido o huído de su administración. O no estaban agusto o les quedó grande el puesto, argumentó ayer ante los reporteros. Vamos, no dudo que ante la renuncia de Esteban Garaiz Izarra -¿es cierto que ya regresó al Ayuntamiento? ¡Qué pena si lo hizo!-, la alcaldesa haya pensado que el señor no tuvo paciencia y que fue muy desesperado.
Pero volvamos al principio. Ayer categóricamente afirmó que no dejaría el cargo porque ella fue electa por los ciudadanos para un período de tres años. ¿Dónde hemos escuchado eso anteriormente? Creo que lo dijo don Guillermo Cosío Vidaurri cuando era gobernador y dejó de serlo al tercer año; lo dijo Daniel Ituarte Reynaud, y si la memoria no me falla dejó de ser alcalde de Zapopan al primer año de la administración… ¡Y muchos más!
Si los tlaquepaquenses la eligieron para gobernar tres años, ¿entonces por qué su resistencia a reglamentar la (absurda) revocación o ratificación de mandato, y por qué quererle poner tantos candados a diferencia de lo que hacen sus correligionarios vecinos, que ya de por sí la organizan “a modo”?
Que me disculpe la “Nena” Limón, pero como arrancó su administración, no dudaría que los primeros en cruzar los dedos para que dejé de desgobernar Tlaquepaque sean los mismos alfaristas. Así al menos el alcalde de Guadalajara no tendría que distraerse para atender los ya de por sí serios problemas que le genera su jefe de Gabinete y los problemas que como candidato dijo que resolvería y no ha podido hacerlo como gobernante… hasta ahora.
Así, pues, reitero que quizás sólo sea cuestión de tiempo.