Este 24 de mayo, el Presidente -de la todavía- República, Andrés Manuel López Obrador justo al mediodía a través de sus redes sociales, y todos los canales de difusión posibles, hizo un anuncio “espectacular” sorprendiendo a propios y extraños.

El mandatario dijo en su mensaje: “Tengo el gusto, el agrado, de informarles que Pemex compró las acciones de la refinería Deer Park de Houston, de la empresa Shell; se compró el 50 por ciento de las acciones porque el otro 50 por ciento ya era de Pemex y de esta manera ya contamos con una nueva refinería”.

Después del anuncio todos los medios de comunicación prendieron prensas para divulgar de manera masiva el “home run” presidencial.

Pero lo cierto, es que de nueva cuenta López Obrador estuvo en una encrucijada del tamaño del mundo y decidió convertir la crisis que se le venía encima en una joya narrativa. Es una verdad contada a medias que tarde o temprano se convertirá en una mentira completa.

Si vamos al fondo del problema, México y los mexicanos dependemos en gran parte de la gasolina provenientes justamente de la refinería Deer Park, fundada en 1929 por la multinacional Shell Oil Company.

Fue en 1993 cuando el entonces Presidente de la República, Carlos Salinas de Gortari, decidió asociar a Pemex con Shell Oil Company a través de una inversión conjunta por 500 millones de dólares de cada una de las partes para la renovación parcial de la refinería ubicada en Houston, Texas; así Pemex obtendría el 50 por ciento de las acciones de una planta que se proyectaba tendría la capacidad de producir 300 mil barriles diarios de combustible ligero Olmeca que se extraía en Tabasco. Dicha inversión se vio reflejada dos años después, en 1995, con la modernización de la refinería.

Tan sólo dos años más tarde, el 22 de junio 1997, Deer Park tuvo una fuerte explosión provocada por un compresor en mal estado. En agosto del 2015, la refinería México-holandesa tuvo un nuevo desastre con el derrame de 300 mil libras de gas butadieno generando la contaminación del aire más grande registrada en Houston ese año; organismos de control de la contaminación del aire de Estados Unidos señalaron el incidente como uno de los más peligrosos registrados.

Un hecho clave que AMLO omitió en su mensaje es que, en una jugada estratégica, en marzo pasado Shell Oil Company adquirió el 30% de participación del contrato que la empresa asiática, China Offshore Corporation E&P México que tiene en nuestro país junto con la empresa PC Carigali; a ellos les pertenece una licencia de exploración y explotación de petróleo de aguas profundas, y gran parte del petróleo extraído es vendido a la refinería de Deer Pack.

Esto aumenta el ya de por sí alto riesgo de la maniobra de López Obrador, pues expandió la participación del país en un mercado cada vez más pequeño y devaluado, algo que queda en evidencia analizando los comunicados que durante el 2020 la empresa Shell emitió, ahí anuncia su estrategia para transitar hacia energías limpias, mientras que el plan para sus refinerías -incluida Deer Park- era su cierre definitivo, lo que hace pensar que habrían omitido información sobre las condiciones de las plantas hasta tener al presidente mexicano y a los mexicanos sin opción.

El 9 de julio de 2020 la empresa holandesa a través de su portavoz, Curtis Smith, anunciaba la programación del cierre de una gran parte de la refinería de Deer Park y que en dicha fecha la refinería solamente estaba operando a un 75% de su capacidad.

El caso que más nos debe llamar la atención es que en fechas recientes, apenas el 15 de febrero, se informó que la refinería Shell Deer Park había cerrado sus dos unidades de destilación de crudo por mal funcionamiento.

Esta información nos pinta una realidad distinta a la que anunció con bombo y platillo el Presidente Andrés Manuel López Obrador, pues está muy lejos de ser una jugada maestra y un triunfo para México, sino todo lo contrario.

Resulta evidente que los holandeses tenían todo calculado y sabían que tenían en sus manos un viejo monstruo de chatarra de 92 años, pero del que México y los mexicanos dependemos debido a una mala planeación. Explotaron su decisión de cierre de la planta petrolera y aprovecharon el momento, pero antes de meter en jaque a nuestro mandatario federal, entendiendo que ni él ni el país tenían otra opción más que la de comprar la refinería y se adelantaron adquiriendo parte de la materia prima -petróleo- con la que habrá de abastecerse Deep Park. Un negocio redondo para los holandeses, pues son nota internacional por su paso adelante en la innovación energética pero mantendrán jugosos ingresos del ramo petrolero a costa de los mexicanos.

Así que la narrativa del Presidente Andrés Manuel acaba de echar el trompo a la uña al comprar una refinara de alto riesgo tanto económico, político y social, además de que de alguna manera augura el fracaso de uno de sus grandes proyectos de gobierno: la refinería de Dos Bocas, que pinta para ser sólo un elefante blanco que al momento tiene una proyección de costo que alcanzaría ya los nueve mil millones de dólares.