Julio César Hernández
Sin pudor alguno los diputados no se hartan de hablar ante los medios de comunicación sobre sus planes y proyectos de austeridad al interior del Congreso del Estado, a sabiendas de que está muy lejos de que cumplan en los hechos.
Agobiados por su propio manejo desastrozo de la administración legislativa, además de la herencia recibida de quienes los antecedieron, los diputados aseguraban el año pasado no tener dinero para pagar quincenas ni aguinaldo de sus trabajadores y llegaron a tocar las puertas de Casa Jalisco y de varias instituciones bancarias; en ambos lugares les dieron con “la puerta en las narices”.
Luego se conoció que amigos de algunos diputados hicieron un préstamo de varios millones de pesos, pero cuando se les preguntó quiénes eran esos amigos, de cuánto fue su aportación y a cambio de qué, recularon y aseguraron que dichos préstamos nunca se consumaron, pero finalmente, según ellos, no tuvieron necesidad de préstamo alguno (que dizque porque ya estaban bastante endeudados) y lograron salir adelante con los gastos.
En este 2011 anunciaron con “bombo y platillo” un programa de austeridad y dieron a conocer que darían de baja a 250 empleados y desaparecerían los órganos técnicos que en su momento se crearon para abultar la nómina y darle trabajo a sus amigos y cumplir así los compromisos adquiridos en campaña.
Sin embargo, hasta ahora no han dado de baja a nadie ni han llevado a la práctica la desaparición de los órganos técnicos.
Pero no sólo eso, sino que ya se conoció en los pasillos legislativos cuál es el verdadero plan de los diputados: a cambio de desaparecer los órganos técnicos, se les propone que cada uno de ellos basifique a dos de sus colaboradores y que sean cinco basificados por cada uno de los coordinadores de las fracciones parlamentarias, además de basificar otros dos por cada dirección existente.
Además de lo anterior, se asegura que el día 15 de febrero pasado era la fecha límite que tenían los que laboraban en los órganos técnicos para presentar su renuncia, pero ahora resulta que son los propios diputados quienes alientan a sus colaboradores para que demanden al Congreso del Estado.
¿Dónde está, pues, la tan “cacaraqueada” bandera de la austeridad que únicamente en el discurso han enarbolado los diputados?
Insisto: los legisladores nos pretenden dar “atole con el dedo”, al tiempo que desvían la atención con asuntos intrascendentes que cubran sus fechorías.