Durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari corrió la versión de que se pretendía modificar el artículo 82 constitucional con dedicatoria personal al entonces secretario de Agricultura, Carlos Hank González, a fin de que pudiera ser postulado candidato del PRI a la presidencia de la República, pues no podía serlo por ser hijo de extranjero (inmigrante alemán).
Esta versión nunca se concretó en una solicitud por escrito o verbal al Congreso de la Unión. Simplemente quedó en eso: en una versión o rumor.
En el mismo gobierno de Salinas de Gortari, tras el asesinato de Luis Donaldo Colosio, se pretendió realizar otra reforma constitucional -con interés electoral- con dedicatoria personal, ésta vez en favor del entonces secretario de Hacienda, Pedro Aspe Armella.
La idea era -se lo cuenta personalmente Salinas a Jorge G. Castañeda para su libro “La Herencia”- modificar la fracción sexta del artículo 82 que establecía que para que un miembro del gabinete -entre otros aspirantes-, pudiera ser candidato a la presidencia de la República tenía que separarse de su cargo seis meses antes de la elección. Cuando asesinan a Colosio faltaban casi cinco meses para la elección, lo que dejaba fuera a cualquier secretario de Estado de poder ser el candidato sustituto.
En esa ocasión -cuenta Carlos Salinas-, el PRI le negó la reforma y posteriormente el PAN, bajo el argumento de que no podía votar una reforma constitucional con dedicatoria, y mucho menos cuando meses antes había votado a favor la reforma al mismo artículo 82 para que un mexicano hijo de padre o madre extranjera sí pudiera ser presidenciable, reforma que entró en vigor hasta 1999 y que sirvió para que Vicente Fox -hijo de madre española- fuera candidato un año después.
Con Ernesto Zedillo Ponce de León en la presidencia de la República, se registró la rebelión de los políticos priistas en contra de los tecnócratas en el partido, y sin tener dedicatoria directa con nombre y apellido se aprobó posteriormente modificar los estatutos para imponer “candadtos” que evitaran la llegada de éstos últimos a una candidatura presidencial, luego de la “sana distancia” que Zedillo marcó con su partido y tras la derrota sufrida frente al PAN.
Dos fueron los principales “candados”: uno, que quien aspirara a ser candidato debía de haber ocupado un cargo de elección popular o partidista y tener 10 años de militancia. El primero de los candados se quitó en una asamblea posterior y sólo se dejó el del tiempo de militancia.
Ayer, en la mesa de Estatutos que se desarrolla en Campeche, los priistas participantes aprobaron retirar éste último “candado” y ya no será obligatorio tener un determinado tiempo de militancia en el PRI para ser candidato a la presidencia, lo que ha sido considerada una reforma dedicada exclusiva y personalmente para uno de los que aparecen en la lista bde presidenciables: el secretario de Hacienda, José Antonio Meade Kuribreña.
¿Ahora sí tendrá éxito una reforma con tinte electoral que tiene dedicatoria para alguien en particular? ¿Deveras se aprobó a fin de que Meade Kuribreña sea el candidato priista a la presidencia de la República? ¿Es el Secretario de Hacienda el hombre que necesita el PRI para ganar las elecciones en 2018, tanto que era necesaria y obligada una reforma a sus estatutos para que sea designado abanderado? ¿Es Meade el mejor perfil presidencial del gabinete, por encima de José Narro, de Aurelio Nuño, de Miguel Ángel Osorio Chong y de Enrique de la Madrid, como para que le quitaran el obstáculo que le impedía ser el candidato presidencial?
Yo creo que no. No es el mejor perfil de todos los mencionados, como tampoco creo que esa reforma se concretó para que libremente Enrique Peña Nieto designe candidato del PRI a la presidencia a su secretario de Hacienda. En estos tiempos, no creo que Meade sea el candidato que necesita el tricolor para competir por mantenerse en Los Pinos, pero sí el que requiere el presidente Peña para el Banco de México.
Creo que la reforma estatutaria tuvo más un objetivo de rebeldía y como parte de la estrategia de un sector del priismo o de la propia dirigencia del partido con efectos mediáticos, a fin de presentarse ante la sociedad como un partido incluyente que no limita la participación de cualquier militante, simpatizante o ciudadano común que pretenda ser candidato a un cargo de elección popular por el PRI.
El paso ya se dió, pero no creo que el siguiente sea ver la designación de José Antonio Meade como candidato del PRI a la presidencia de la República. ¿O será que le veo más ventajas a una postulación de José Narro y que mi visión no coincida con la del presidente Enrique Peña y con la de la mayoría del priismo?
Al tiempo.