Hasta en las filas panistas cayó como balde de agua helada la información de que Emilio González Márquez volvió a caer en la tentación de beneficiar a sus familiares con la nómina del Gobierno del Estado que tiene a su cargo.

En primer lugar, que el actual Gobernador vuelva a caer en la debilidad de abusar de su posición para beneficiar a sus parientes se ve como una exceso innecesario que echa por la borda toda la buena imagen que se había ganado desde el día de la toma de posesión del cargo.

El discurso que aseguraba “no venimos a robar” pronto perdió fuerza y credibilidad.

En segundo lugar, las grotescas y ofensivas declaraciones de quienes han salido a dar la cara por los excesos del Gobernador generan más irritación y pena ajena.

Ha sido tan desafortunada la integración de los parientes de Emilio a la nómina oficial y tan ofensivos los intentos de justificación de ese abuso que el nuevo gobierno mucho tendrá que hacer para recuperar, con propios y extraños, los niveles de confianza que tenía hace apenas cinco días.

Por supuesto, con nada habrán de hacer que la opinión pública justifique la permanencia de los familiares del Gobernador en la nómina gubernamental, porque simple y sencillamente es injustificable.