Alfonso Javier Márquez

No deja de invitar a la reflexión la agonizante administración de Zapopan. Juan Sánchez Aldana, un político que durante más de una década acarició el sueño de llegar a ser presidente municipal de esa demarcación, que falló varias veces en el intento y que terminó siendo uno de los peores alcaldes que haya tenido Zapopan en la época moderna.

Quienes hemos seguido la carrera de Juan Sánchez, lo conocíamos como “una buena persona”. Había ocupado posiciones en diferentes posiciones del servicio público, nunca fue muy destacado en ninguna de ellas, pero en el trabajo partidista siempre se desempeñaba con eficiencia como parte de un grupo político que dominó Jalisco durante los primeros años del panísmo en Jalisco al grado que arrinconaron a quienes formaban parte de la corriente tradicional y fundadora de Acción Nacional, a los panistas viejos, vamos.

Hoy, Juan Sánchez Aldana, inmerso en los escándalos y desatinos no luce ni la sombra de lo que era.

Desde el primer día de gobierno, el alcalde de Zapopan optó por encerrarse en su oficina, lejos de la política y lo, mas grave, lejos de la gente que lo llevó al gobierno.

Llegó a la presidencia municipal con todas las de ganar: como nadie creía en que podría ganar, no hizo compromisos con nadie, luego entonces, llegó con la comodidad de poner en donde quisiera a quien él quisiera de las posiciones del Ayuntamiento. Pero lo echó a perder.

La saliente administración de Zapopan se la ha pasado entre escándalos y pleitos con la oposición desde los primeros días de gobierno. Cuenta Jesús Casillas, que para poderse reunir con el presidente municipal por primera vez pasaron muchísimas semanas después de tomar protesta, es decir luego de las elecciones no hablaron y no porque no hubiera la intención del priísta de hacer la operación cicatriz en aras del trabajo que tendrían que hacer juntos como Ayuntamiento, sino porque en lugar de acceder al encuentro, el presidente municipal electo y después ya en funciones no nomás le negaba el encuentro sino que le mandaba mensajes ofensivos como argumento de porqué no se reunía con él.

Esto generó un mal ambiente en el máximo órgano de gobierno del municipio que es el Cabildo o Ayuntamiento a lo que hay que añadirle que el equipo del presidente “agandalló” hasta el último espacio disponible y las posiciones de trabajo en el gobierno municipal.

Los escándalos de Sánchez Aldana comenzaron a las pocas semanas de tomar protesta tras de que se le ocurrió subirse el sueldo cuando había prometido, no solo que no se lo incrementaría, sino que pensaba reducirlo, luego decidió exterminar de la administración a todo aquel que no perteneciera a su grupo político y se gasto 60 millones de pesos para deshacerse de ellos en indemnizaciones y así salieron priístas y panistas por igual.

Así pasó la administración en medio de escándalos y enfrentamientos. Atrapado por las fobias y las filias (en mayor medida las primeras) al grado que optó por no saber nada de lo que los medios de comunicación dicen en un especie de delirio de persecución patológico y por demás extraño en una persona dedicada a la política.

Hoy, a cuatro meses de entregar la administración, el alcalde de Zapopan parece haber perdido todo pudor: por un lado anuncia recortes de personal y de presupuestos, y por el otro se van en medio de una tormenta de críticas de viaje al extranjero, con un pretexto tan endeble como absurdo. Como la cereza que le pone al pastel como último ingrediente.

Juan Sánchez dejó escapar la gran oportunidad de su vida. No pudo construir un proyecto político al grado que seguramente ni siquiera tendrá trabajo a partir del primero de enero del 2010.