Por Julio César Hernández

La captura de Alfredo Araujo Ávila, alías “El Popeye”, presunto lugarteniente de los hermanos Arellano Félix, podría desatar nuevamente una serie de especulaciones en torno al asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, pues estuvo presente en los hechos sucedidos aquel 24 de mayo de 1993, en el aropuerto internacional de Guadalajara.

Obvio es que el interés de los jaliscienses sobre lo que declare ante las autoridades el hoy detenido, se centrará en lo que diga en torno a lo que sucedió aquella trágica tarde en la que, además, perdieron la vida otras seis personas.

¿Qué puede decir Araujo Ávila sobre lo acontecido en aquella ocasión? ¿Coincidirá con la tesis de la confusión, en la que coincidieron los seis titulares de la PGR que atendieron el caso, entre ellos el panista Antonio Lozano Gracia, en el sexenio de Ernesto Zedillo, y el Gral. Rafael Macedo de la Concha, en el primer gobierno panista con Vicente Fox?

¿O su declaración reforzará la hipótesis de quienes sostienen que todo fue un complot para asesinar al entonces Arzobispo de Guadalajara?

Según lo que el ex procurador Jorge Carpizo McGregor y el periodista Julián Andrade señalan en su libro “Asesinato de un cardenal. Ganancia de pescadores”, el ahora detenido estuvo en el aeropuerto pero no fue de los que dispararon en contra de los ocupantes del Grand Marquis blanco y que resultó ser el cardenal Posadas Ocampo y su chofer Martín Alejandro Aceves.

En este libro dan cuenta de la declaración de algunos sicarios detenidos, que revelaron que Alfredo Araujo los había contratado para asesinar a Joaquín “El Chapo” Guzmán Loaera (páginas 36 y 40).

En el libro “El asesinato del Cardenal. ¿Un error?” (pag.166), sólo una vez se refieren a “El Popeye” y coincide con lo escrito por Carpizo y Andrade, de que Ramón Torres Méndez “El Spunky” y Juan Enrique Vascones “El Puma”, confesaron que fueron contratados por Araujo para “cuidar a una persona”.

Pero también el periodista Héctor Moreno, en su libro “Sangre de Mayo” (pág. 75), señala que durante el atentado al periodista Jesús Blancornelas fue asesinado David Barrón Corona, alías el “CH”, pero que para el gobierno estadounidense se trataba precisamente de Alfredo Araujo.

No deben de abrigar muchas esperanzas quienes insisten en la hipótesis del complot, de que las declaraciones del detenido confirmarán su creencia sino que es más probable de que sume una versión más ala tesis de la confusión. Hasta por sentido común: hablar del complot sería tanto como echarse “la soga al cuello”.