¿Por qué hacer un debate sobre el debate sino es más que un evento que durará 90 minutos contra las 2 mil 160 horas que los candidatos a la gubernatura tendrán para convencer a la ciudadanía que son los mejores para que uno de ellos logre el triunfo el próximo uno de julio?
Es cierto, un debate puede cambiar el sentido del voto del electorado o ayudar a que los hoy indecisos definan por quién votar. Pero creer que un debate puede modificar la decisión mayoritaria como para ver de un día para otro un escenario contrario a quien lleva una amplia delantera sobre adversarios, resulta ilógico.
¿Qué más tiene si un debate se realiza el uno de mayo y el otro el domingo 10 de junio, cuando cada uno de los contendientes le apuesta a ser mejor que el otro? ¿O deveras será que un debate romperá con los raitings de los programas más populares de la televisión a la hora en que se transmitirán? ¿Deveras creen que los jaliscienses se están muriendo de ansias por ver debatir a Jorge Aristóteles Sandoval, a Fernando Guzmán, a Fernando Garza, a Enrique Alfaro y a María de los Ángeles Martínez?
La verdad que para lo que han sido los debates en nuestro país, da lo mismo si se llevan a cabo o no; si es entre semana o en un fin de semana; si son en la tarde o en la noche; si se transmite por el Canal de las Estrellas o por Fuerza Azteca o por algunas de sus retransmisoras locales.
¿Qué atractivo tiene un debate para el ciudadano ante el tradicional formato acartonado que se vislumbra cuando cada uno de los candidatos únicamente tendrá ¡16 minutos en total! para hablar -repartido en cuatro intervenciones de ¡tres minutos!-, dos para presentarse y dos más para despedirse? ¡Por Dios! ¿Para qué pelearse por un escenario como éste?
¡Ah! que dará material para que los medios de comunicación podamos fantasear y decir que si ganó fulanito o zutanito; para llevar estadísticas sobre cuántas veces un candidato repitió tal o cual palabra o frase; o para tener la nota de “color” ante la falta de tiempo (¡16 minutos!) para conocer a fondo las propuestas de los candidatos, ¡eso sí!
Señores, mientras el formato de los debates no se modifique, mientras los candidatos no asuman estos debates con responsabilidad y eviten caer en posturas mediáticas, cualquier debate no dejará de ser un acto más de campaña de quienes pretenden convertirse en gobernantes de Jalisco.
Tengan la seguridad que las reacciones que provoquen estos debates el dos de mayo y el 11 de junio no pasará de las mesas de café, porque la inmensa mayoría de jaliscienses estarán concentrados al día siguiente de los mismos en su trabajo, en sus problemas cotidianos.
Y, la verdad, si el Instituto Electoral ha tenido a bien organizar dos debates entre los candidatos a la gubernatura, es porque la ley así se lo exige y no tanto porque deveras se crea que es un instrumento vital para que los ciudadanos puedan tomar una decisión sobre por quién votar.
Así es que, por favor, con el formato actual tomemos a los debates como un acto más de campaña que no definirán una elección.