Muchos saben que el grupo compacto del partido Movimiento Ciudadano -los alfaristas- alguna vez fueron militantes del Partido Revolucionario Institucional en el cual formaban también otro grupo compacto -los ibarristas- y que el motivo de su renuncia tiene varias versiones: la de ellos y la del otro bando, para empezar.
Sin embargo, pocos de las nuevas generaciones conocen esa historia que quizás varios de ellos quisieran olvidar por la incomodidad que les provoca.
En 2004, Javier Alejandro Galván Guerrero, en una contienda distrital, le ganó la dirigencia estatal del PRI a Enrique Ibarra Pedroza, a quien el entonces presidente nacional, Roberto Madrazo Pintado, ofreció hacerlo diputado en el siguiente proceso electoral pero no le cumplió.
Ibarra Pedroza renunció entonces a su larga militancia en el PRI en la primera semana -el día ocho- de noviembre de 2005 -luego de renunciar también a la coordinación de precampaña a la gubernatura de Arturo Zamora-, responsabilizando a “esa visión estalinista que tiene Roberto por apropiarse del PRI, como si fuera sólo una maquinaria para obtener sus propósitos”, y aseguró entonces que la “cerrazón” de Madrazo estaba propiciando el éxodo de militantes.
Enrique Ibarra sabía lo que decía, porque siete días después -el martes 15- cuatro de sus más cercanos colaboradores ofrecían una rueda de prensa para anunciar su renuncia a las filas del PRI. Ahí, con una mesa de por medio, atestigué el momento en que cinco jóvenes priistas cortaban con tijeras su credencial que deba fe de su militancia priista.
Ellos fueron:

  • Ismael del Toro Castro, de 30 años de edad, militante desde 1994, quien formaba parte del equipo jurídico en el Ayuntamiento de Zapopan y, además, era el secretario técnico del equipo de precampaña de  Zamora Jiménez.
  • Enrique Alfaro Ramírez, de 32 años, militante también desde 1994, regidor y coordinador de la bancada edilicia del PRI en el Ayuntamiento de Tlajomulco y hasta dos días antes de su renuncia presidente del ICADEP, además de consejero estatal priista.
  • Luis Antonio Lara Sánchez, de 30 años, militante desde 1991, entonces presidente estatal de los jóvenes de la CROC y fungía como director del Departamento de Aseo Público en el Ayuntamiento de Tlaquepaque, así como consejero municipal y estatal del PRI.
  • Luis Eduardo Romero Gómez, de 38 años, militante desde 1988, ex secretario de Elecciones en el PRI Guadalajara y hasta una semana antes de renunciar jefe del Departamento de Mercados, Tianguis y Venta en Espacios Abiertos en el Ayuntamiento de Tlaquepaque.

Junto con ellos también renunció José Miguel Gómez López, de 31 años y militante desde 1994, quien era regidor en el Ayuntamiento de Jocotepec, de donde había sido dirigente del comité municipal priista.
Es curioso que un año después de que estos jovenes se registraron como militantes del PRI, por vez primera su partido perdía la gubernatura, las alcaldías metropolitanas y los principales municipios del Estado. La buena suerte no era, entonces, para ellos.
Aquella nueva aventura de los jóvenes ibarristas que seguían el camino de su entonces líder moral, la consigné así en mi columna Entre Semana -en el periódico Ocho Columnas-, de la siguiente manera:
“‘No nos estamos bajando del barco. Simplemente no nos dejaron subir a él’. Con esta expresión de Luis Antonio Lara Sánchez se resume la decisión de cinco jóvenes políticos -ya para entonces eran eso: políticos- que ayer hicieron oficial su renuncia a las filas del Partido Revolucionario Institucional, luego de dos sexenios de militancia en un partido en el que ‘dimos todo nuestro esfuerzo sin regateos, particularmente en momentos críticos, de derrota y decepción’, afirman en un documento que hicieron público en una rueda de prensa. Y añaden:
“‘Nosotros no conocimos el PRI de la bonanza que premiaba la disciplina y que justificaba la línea y las imposiciones. Nosotros ingresamos y crecimos en un PRI en bancarrota y en la oposición -cuando ingresaron aún  no era esa la realidad de su partido, valga aclarar ahora. Incluso, cuando renunciaron todos ellos eran funcionarios públicos-. Nuestro empeño nos permitió iniciar la construcción de proyectos políticos individuales que hoy son reconocidos por nuestros compañeros…
“‘Sin embargo -añadían en su documento que ahí leyeron-. después de estos años de lucha, hoy nos topamos con la irracionalidad, la falta de dignidad, la bajeza y la irresponsabilidad de quienes tienen secuestrado al partido. Vemos con tristeza cómo en el PRI, o mejor dicho quienes deciden en el PRI, le han apostado al retroceso y a las políticas oscuras que creíamos olvidadas.
“‘Todo lo conseguido por la militancia -abundaban- quedó en un mal intento de democratización. Todavía no perfeccionábamos nuestros procesos abiertos cuando pòr intereses mezquinos se da vuelta atrás para para elegir candidatos por la vía del dedazo disfrazado de convenciones, prestándose así a que por designación unipersonales y acuerdos cupulares seanb impuestas las candidaturas…”.
Nótese que aquello que los hoy alfaristas criticaban de su entonces dirigencia en el PRI, con la forma en que hoy se deciden las candidaturas y se toman las decisiones -como la reforma electoral- en su partido Movimiento Ciudadano… es mera coincidencia.
Luego anoté lo siguiente en aquella columna:
“¿Quiénes siguen en la lista de deserciones? ¿Cuantos más dirán adiós al Revolucionario Institucional? Se ha especulado que en la lista está apuntado quien es coordinador de campaña de Leobardo Alcalá Padilla, Alberto Uribe (…)”.
Y, efectivamente así sucedió. Concluida la campaña por la presidencia municipal de Guadalajara y tras la derrota de Alcalá Padilla ante Alfonso Petersen, poco después Alberto Uribe Camacho dejó el PRI.
Esta es la versión de los hoy alfaristas que nadie la desmintió públicamente. Más, sin embargo, la versión del otro bando, de quienes estuvieron al interior del PRI en aquellas fechas, aseguran que a Enrique Alfaro se le ofreció ser secretario de Organización del comité estatal, pero lo rechazó porque él quería ser… secretario general.
Al no aceptar ni cumplirle su deseo Galván Guerrero, entonces la renuncia de los entonces ibarristas y hoy alfaristas era cuestión de tiempo.