Alfonso Javier Márquez

El debate es mucho menos de lo que los integrantes de las campañas y los partidos políticos ven. Por lo menos eso es en Jalisco, hoy, en el mes de junio del 2009.

Erróneamente, los candidatos enfocan sus baterías en la actuación en el encuentro sin tomar en cuenta que lo más importante hoy por hoy es lo que ocurre en todo el derredor del mismo.

El debate organizado por este servidor el viernes 5 de junio fue un buen evento político porque significó reunir a los tres principales candidatos en un mismo sitio a la misma hora y confrontarlos. En realidad logramos cumplir con uno de los capítulos de una campaña política en ausencia de una legislación electoral que prevea la realización de debates para candidatos a presidente municipal.

En un debate de tres el pleito es entre dos. En lo general siempre los que van en el uno y dos son los que se enfrascan en los ataques y defensas y el tercero en disputa se dedica a pegarles a los dos en busca de rescatar algunos puntos más. Esto fue lo que ocurrió en el encuentro del viernes en Plaza Bonita desde donde se transmitió del debate..

La costumbre y la lógica dicen que el que ataca es el que va abajo en las tendencias electorales de los dos principales candidatos ya que el que va ganando se preocupa por mantener su ventaja. Así ocurrió por lo menos en los dos últimos procesos electorales de Guadalajara y el Estado en los que los candidatos del PRI iban arriba en las encuestas y los del PAN (o mejor dicho el del PAN porque en ambos casos era el mismo, Emilio González) arremeten con violencia verbal.

En el debate del viernes, Jorge Salinas fue quien atacó a Jorge Aristóteles en una estrategia exactamente igual a la de los dos previos procesos: con el reto a probar con detectores de mentiras, análisis cínicos y pruebas sofisticadas que ni consume drogas, ni tiene nexos con el narcotráfico. Lo sorprendente fue que según las encuestas publicadas por dos periódicos locales Salinas aventaja a Aristóteles.

Como decía al principio, el viernes por la tarde eran pocos los que se acordaban del debate y muchos los que comentaban de todo lo que pasó después en los pasillos, en las afueras y en las instancias judiciales a las que acudieron para demandarse mutuamente y seguir este asunto en el nivel de lo extra electoral.

Lo lamentable para los electores es que lejos de tener a estas alturas un panorama claro sobre cuál de los candidatos es el mas capaz para solucionar los problemas de la ciudad o quien ofrece por lo menos alguna propuesta novedosa para gobernar diferente y hacer que los ciudadanos participen con los gobierno, lo que queda junto con el sabor de boca amargo, es el bajo nivel de nuestros políticos.

Hoy, gobierna el estado un hombre que llegó a sus dos puestos anteriores mediante estrategias de campaña sucia. Derrotó a dos candidatos a los que les encontraron cola que pisarles; y me pregunto ¿es este el estado que nos dijeron que tendríamos a estas alturas del sexenio? .

Mis preguntas no quedan allí. No pienso que uno de los dos derrotado, Jorge Arana o Arturo Zamora hubiera sido mejor gobernante o por lo menos no estoy seguro.

Además eso nunca lo sabremos, lo que me invita a la reflexión es el hecho del nivel en que se llevan a cabo nuestras contiendas electorales.

Hasta el  primero de junio habíamos tenido un proceso gris, ausente de interés en el electorado. Hoy, enmedio de los ataques, descalificaciones y bajezas de los candidatos me pregunto que clase de gobierno vamos a tener los tapatíos a partir del primero de enero del año entrante.