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Julio César Hernández
Sin lograr asimilar aun la derrota de hace un mes, los panistas jaliscienses mantienen su postura de un enfrentamiento abierto ahora por la dirigencia estatal. Por un lado, la corriente emilista pretende desplazar a Eduardo Rosales Castellanos, a quien responsabilizan de la derrota del pasado cinco de julio, para colocar ahí a uno de los suyos; por el otro, la corriente paquista se mantiene firme en sostener a Rosales Castellanos al frente del partido, precisamente para evitar que sea ocupado por un adversario blanquiazul.
Ha transcurrido ya un mes de la deblaque panista y todo parece indicar que los deseos del candidato único a la dirigencia nacional, César Nava Vázquez, de que sea Germán Martínez quien atienda y resuelva el conflicto en Jalisco se quedará en eso: un simple deseo, pues parece imposible que a tres días del relevo en la presidencia, todo vuelva a la normalidad entre los panistas como “por arte de magia”.
Los de un grupo y otro han trazado, por supuesto, el escenario que les es más favorable. Los emilistas apuestan a que Eduardo Rosales será relevado de la presidencia por una delegación designada por el nuevo Comité Ejecutivo Nacional, aunque resulta muy peligroso que esa sea la primera decisión con la que se estrene César Nava.
Por el lado de los paquistas, apuestan a que Rosales Castellanos se mantendrá en la dirigencia, pues relevarlo de ella sería tanto como dar el “banderazo” para que lo mismo se haga con los demás dirigentes estatales donde el PAN haya perdido terreno y no se diga con los dirigentes municipales, que también mucho tienen que ver con la derrota en sus respectivos municipios.
Lo que sí ven los paquistas es la inclusión de representantes de la corriente contraria en el comité estatal, aunque se niegan a precisar en qué “carteras” y a afirmar si sus adversarios aceptarían los lugares que les sean cedidos.
Total que han transcurrido ya 30 días después de la dolorosa derrota y los panistas siguen más preocupados por sus propias ambiciones que por analizar ya no por qué perdieron -eso desobra se sabe-, sino cómo le harán para ya no seguir perdiendo.