Llama la atención que el alcalde de Guadalajara, Enrique Alfaro Ramírez, crea que si un medio de comunicación cumple con su obligación de difundir aquello que tenga que ver con él y considera -el medio- qué es noticia o digno de publicarlo, entonces lo está atacando.
Al menos así se lo reveló al periódico Mural, que en su edición de ayer públicó su postura respecto a la información que publicaría sobre una grabación del encuentro que Alfaro sostuvo también con el dirigente de una veintena de locatarios del mercado Corona, Luciano González Hernández. O sea, antes de publicar el contenido del audio, el matutino le tomó su postura y declaración al funcionario aludido.
Pero Alfaro Ramírez consideró que publicar la información que el diario tenía era atacarlo. Así se lo dijo en dos ocasiones al reportero Juan Carlos Sagredo, autor de la información.
El periodista le plantea:
“Se escucha su voz hablando con Luciano González. Hay una parte donde usted dice, ‘es para resolver el tema que traíamos pendiente’ (…)”.
Alfaro responde:
“Y te lo digo cuáles son para que tú me digas si quieres sacarlo atacándonos o si quieres ver el ridículo de estos cuates…”. (Las negritas son de quien esto escribe)
El segundo planteamiento del reportero es:
“En un fragmento dice ‘tan vamos a estar, cabrón, en el ánimo de ecrrar filas todo el equipo, te vas a venir tú ya directamente con nosotros a operar; de eso ya quedé yo contigo, directo, no va a ser con este cabrón’…”.
Y el alcalde expresa:
“(…) Luciano tenía una agenda de trabajo que fue a tratar conmigo, tú puedes ver (sic) el tono de la plática, es una plática de amigos. Tú puedes revcisar la conversación y lo que yo le diho es: ‘Luciano, tenemos que arreglar esto, queremos ayudarles’. Ese es mi terrible pecado y, bueno, si ustedes quieren seguirme atacando con eso, pues adelante…”.
No sé si Enrique Alfaro creyó que el dar la entrevista al periódico con el audio en su poder era suficiente para “desactivar” un episodio más del escándalo desatado por su jefe de Gabinete, Hugo Luna, semanas atrás, y lograr que el matutino finalmente no publicara nada. ¿O no pretendió eso cuando dijo: “Y te lo digo (al reportero) cuáles son para que tú me digas si quieres sacarlo (el audio) atacándonos…” y la otra frase: “Ese es mi terrible pecado y, bueno, si ustedes quieren seguirme atacando con eso, pues adelante…”.
Alfaro menospreció una regla de oro del periodismo: publicar la parte y la contraparte.
Escuchar la versión del alcalde de Guadalajara no era condición -así lo quiero creer- para que Mural decidiera publicar o no el contenido del audio donde él también le ofrece “chamba” al dirigente de sólo 20 locatarios del mercado Corona, como lo hizo Hugo Luna Vázquez. Más bien era el complemento a una información que los editores del diario consideraron necesaria publicarlo en la misma edición donde se daba la noticia que para ellos merecía “la de ocho”, el espacio principal.
Creo que el “terrible pecado” de Alfaro no fue querer arreglar con Luciano su situación ni haberle ofrecido también trabajo. No, el “terrible pecado” de los alfaristas es el de la soberbia, un pecado que no pocos trabajadores del Ayuntamiento tapatío denuncian se impregna el ambiente laboral en oficinas de Recursos Humanos y Administrativo, entre otras, de todas las dependencias municipales.
Es más, que no nos sorprenda que pronto haya una manifestación de inconformidad de empleados municipales por el trato que reciben de sus superiores en algunas oficinas o dependencias. Ese es el “terrible pecado” de Alfaro, de Luna y de muchos otros alfaristas más, aún aquellos que no forman parte de la “burbuja” pero que se subieron a un ladrillo y aún andan mareados.
Esa soberbia es lo que hace creer al presidente municipal de Guadalajara que publicar noticias que no le son favorables es atacarlos o atacarlo, sin entender que ya no gobiernan Tlajomulco ni que los medios de comunicación los alabarán como algunos lo hicieron mientras gobernaban en aquellas tierras de la laguna de Cajititlán.
Hoy gobiernan la capital del Estado y aspiran gobernar el estado mismo. En consecuencia, su actuación deberá de estar a la altura del compromiso asumido el primero de octubre del año pasado. La “luna de miel” ya se acabó. ¿Muy pronto? Sí, quizás, pero así son los tapatíos.