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Julio César Hernández
Aunque públicamente aparecen juntas y pretenden proyectar una cordial relación, la verdad es que en los hechos es imposible ocultar que entre las autoridades del Ejecutivo estatal y las de la Universidad de Guadalajara dicha relación está fracturada y no se observa una pronta recomposición de la misma; por el contrario, se ensancha más.
Son diversos los motivos y temas que los han enfrentado y alejado entre sí. Para recordar solamente los más recientes, anotemos: las diferencias sobre el manejo de los casos de dengue e influenza; las instalaciones deportivas de la Universidad que el gobierno se niega a utilizar para los Juegos Panamericanos; la propia Villa Panamericana; la utilización del predio El Disparate para la construcción del estadio de atletismo y viviendas; las pensiones para los trabajadores del Hospital Civil; y el presupuesto del 2010 para el próximo año.
Y a como van las cosas, reiteramos, no se observan señales que nos hagan advertir la posibilidad de que los agravios se hagan a un lado y se establezca una buena relación entre gobierno y UdeG. Es más fácil, dicen algunos analistas, que surgan nuevos motivos de más diferencias a que ocurra lo mencionado anteriormente.
Ninguna de las dos partes quiere dar su brazo a torcer. Es una lucha de fuerzas que no sabemos a dónde pueda llegar y hasta cuándo, pues en términos políticos las posiciones pueden radicalizarse y mantenerse en vilo, con el riesgo de que en cualquier momento “estallen” con consecuencias impredecibles.
La expectativa ahí queda: ¿hasta dónde estirarán la liga, las autoridades estatales y las universitarias?