Por Maggie G. Urzúa

El Sur de Jalisco es la cuna del realismo mágico, donde lo inverosímil se convierte en la vida diaria.

El Covid-19 vino a recordarle a Ciudad Guzmán, municipio de Zapotlán el Grande, esa condición a través de una desobediencia colectiva contra las normas de prevención que, indirectamente, se ha orquestado desde los tropiezos del Gobierno Municipal.

El 26 de abril, en plena fase 3 de la pandemia, la Rectoría de la Catedral decidió realizar una procesión para pedir por la crisis sanitaria. Los protagonistas serían los patronos San José y la Sagrada Familia, imágenes que recorrerían la plaza principal.

Sería un peregrinar sin espectadores, pero varios centenares se colaron a los portales; no hubo “sana distancia” ni cubrebocas, que para ese día ya eran obligatorios en la vía pública.

Nadie podía reprimir a los curiosos cuando las autoridades civiles encabezaban el cortejo religioso, con el presidente municipal Pepe Guerrero Zúñiga al frente, cargando al santo. Con él marchaban los directores de Protección Civil, Seguridad, Movilidad y Salud.

Anularon su liderazgo y encauzaron el río hacia el desinterés colectivo. Hacía tres días que el gobernador Enrique Alfaro había lanzado una altisonante crítica contra este tipo de prácticas.

Pese a todo, el desacierto se sostenía en la nula detección de casos. Pero llegó la apatía: poco aislamiento, multitudes en calles y espacios públicos, fiestas y poca vigilancia al uso de tapabocas.

El regalo por el Día de las Madres fue el primer caso positivo del nuevo coronavirus, con la ironía de haber sucedido en una familiar directa del estandarte en la lucha contra la pandemia: Alberto Leguer, director de la Sexta Región Sanitaria, quien tuvo que entrar en cuarentena. ¡Más surrealismo!

En seis días se desataron igual número de casos, y hasta la fecha la Secretaría de Salud Federal cuenta medio centenar de sospechosos.

La curva de contagios apenas comienza, pero Zapotlán parece regido por sus propias leyes que se oponen a los designios del Estado y la Federación.

Así, el lunes 18 de mayo abrieron todos los negocios no esenciales… ¡todos! No fueron sólo aquellos autorizados por el Gobierno de Jalisco para la fase 0, a los que después Alfaro dio para atrás y determinó que reabrirían hasta el 1 de junio.

Tiendas de ropa y calzado retomaron sus servicios, los restaurantes operan al 50 por ciento de su capacidad; no esperaron la certificación del Ejecutivo estatal. Lejos quedó aquel Alcalde que se había ganado altos niveles de aprobación por adelantarse incluso al Gobernador cerrando negocios.

Esta contradicción tampoco se justifica en las reglas del Gobierno de México, pues con seis casos activos y tres más en municipios vecinos, la “esperanza” está muy lejos de Ciudad Guzmán.

La cereza del pastel la puso la Organización Mundial de la Salud (OMS), cuando el 17 de mayo lanzó un documento para desmentir que las fumigaciones con desinfectantes sean útiles contra el SARS-CoV2. Justo las “mega sanitizaciones” habían sido el gran símbolo del gobierno zapotlense, al grado de aparecer en televisoras internacionales.

Esta es la crónica de cómo una carrera política se puede hundir en tres semanas, pasando de la gloria a la crisis. ¿Cuántas víctimas políticas le serán atribuidas al Covid-19? Aquí parece una muy clara.