Cuando algunos panistas me comentaban que estaban convencidos de que difícilmente en las elecciones del 2015 pudieran ganar alguna elección municipal en 2015 en la zona metropolitana y quizás uno o dos distritos electorales, me sonaba muy exagerado y pesimista.
Lo sucedido ayer en la frustrada elección del nuevo dirigente municipal del PAN en Guadalajara parece que le dan la razón a mis interlocutores del blanquiazul. Resulta incomprensible que no hayan sido capaces de salir airosos de una asamblea con un nuevo dirigente que venta a sustituir a Carlos Tiscareño.
Para empezar, llama la atención la cantidad de aspirantes: cinco, lo que refleja lo dispersa que está la militancia, la prevalencia de la “banda grupera” y lo renuentes que son a cerrar filas con dos o tres candidatos: Irving Ávila, José Antonio Cabello Gil, Susana Mendoza, Juan José Sánchez Antillón y Carlos Salinas Osornio.
Conocido ya el desarrollo de la propia asamblea donde ninguno de los contendientes logró sacar la mitad más uno de los delegados asistentes -que fueron 2 mil 283-, no habla muy bien de quienes prefirieron huir y “reventar” la asamblea antes que, como en toda contienda con reglas claras, enfrentar la segunda ronda de votaciones como debió ser.
Si Irving Ávila, que obtuvo el mayor número de votos en la primera ronda: 951, consideró que poner “pies en polvorosa” fue la mejor estrategia para evitar una posible derrota frente a sus adversarios, poco ayudó al proceso electoral y al panismo mismo, pues hoy se encuentran en una situación por demás delicada para el futuro.
La huida de los asambleístas simpatizantes de Ávila, colocó al dirigente estatal, Miguel Ángel Monraz, en una posición complicada al asegurarse que aquel era también el candidato de éste, pues en caso de determinar que Irving será el nuevo dirigente tapatío, la fractura en el panismo se ahondará más cuando en la misma asamblea quienes se quedaron operaron para elegir a Sánchez Antillón como el nuevo presidente, argumentando actuar con fundamento en los estatutos.
Quiérase o no, lo sucedido ayer en el PAN Guadalajara ahondo la fractura del ya de por sí debilitado panismo tapatío, pues por la manera en que concluyó la frustrada asamblea no se advierte que pronto haya una cierre de filas en torno a una nueva dirigencia si no es encabezada por alguien que no haya contendido pero que asegure la unidad de las diversas “tribus” dentro del blanquiazul.
Ser juez cuando se le acusa de ser parte, le complicará a Miguel Ángel Monraz la solución a este conflicto interno si la decisión que tome no es la pertinente para evitar que lo que hoy es fractura termine en rompimiento, en beneficio de sus adversarios políticos fuera de Acción Nacional.
Al tiempo.