En la contraportada del libro La Herencia. Arqueología de la sucesión presidencial en México (Edit. Extra Alfaguara), del ex canciller foxista Jorge G. Castañeda Gutman, se lee:

“En una de las más irónicas y fascinantes paradojas del mecanismo sucesorio, el instante de mayor poder del Presidente es también el momento de su ceguera máxima. La suma expresión de su poderío consiste en la imposición del sucesor de su agrado; pero ese acto, culminación de años de preparativos, de empeños, de artes y mañas, se consuma en la noche más oscura de su vida: cuando nada ni nadie ilumina el camino ni los escollos por venir. La sucesión presidencial desata toda clase de afanes y codicias descomunales por muchas razones, pero sobre todo por una: hay demasiado poder de por medio…”.

En La Herencia…., Castañeda Gutman recaba la versión de los expresidentes Luis Echeverría Álvarez, José López Portillo, Miguel de la Madrid Hurtado y Carlos Salinas de Gortari sobre su sucesión y la forma en que se definió quién sería el candidato del PRI a la presidencia de la República, nunca asumiendo que, en su momento, ellos eran el “Gran Elector”. O como ahora se autodefinió el presidente Andrés Manuel López Obrador: el “destapador”.

Anteayer, el canciller Marcelo Ebrard agradeció públicamente, en vivo, a todo color y a nivel nacional, a López Obrador que lo haya tomado en cuenta como “presidenciable”, mientras que ayer Ricardo Monreal, en rueda de prensa con los reporteros de la “fuente”, declaró que nunca había visto a un presidente “actuar con tanta honestidad (…). Es impensable un presidente que declarara abierta la sucesión (como López Obrador), porque les restaba fuerza, autoridad o gobernabilidad. Si alguien osara moverse o promoverse y hacer una reunión, el poder lo destruía y excluía. El presidente (declaró) extinto el ‘tapadismo’, prendió las velas de las exequias del llamado ‘El Tapado’…”.

Hasta el momento, Claudia Sheinbaum no ha declarado nada al respecto, pero para muchos analistas su conducta de cederle al presidente el tema de la Línea 12 del Metro e integrar al senador Martí Batres como secretario de Gobierno, son señales, entre otras, que la transforman de Jefa de Gobierno a Regenta de la Ciudad de México.

Todos sometidos al Tlatoani… como siempre.

A diferencia de lo que leemos en la obra de Jorge G. Castañeda en boca de Echeverría, López Portillo, De la Madrid y Salinas, el presidente López Obrador, a poco más de tres años de concluir su gobierno y a dos años y medio de que se conozcan quiénes serán los candidatos presidenciales de todos los partidos -con coalición o sin ella-, declaró abiertamente durante su gira en Tabasco:

“Esa es otra cosa que me tiene tranquilo. Hay muchos mujeres y hombres para el relevo, hay muchos, todos. Los que están en el gabinete, gobernadores, todos tienen posibilidad, dirigentes parlamentarios (…). Ahora sí que ya no hay tapados, yo soy el destapador y mi corcholata favorita va a ser la del pueblo (…). Esa es la regla; la gente va a decidir en su momento en forma libre, democrática…”.

Mera retórica. Engañar con la verdad.

Al identificarse como “el destapador”, López Obrador lo único que hizo fue dejar en claro que el Presidente de la República sigue decidiendo quién será el candidato presidencial de su partido, como lo hicieran siempre sus antecesores priistas. Y mientras en aquellos tiempos se hacía la “faramalla” con que eran los sectores del partido (obrero, campesino y popular) los que decidían el nombre del candidato priista, ahora se replica con una supuesta “encuesta” de la que hasta los propios morenistas cuestionan y desconfían. El propio Monreal la calificó como un “procedimiento desgastado y agotado”, porque sabe que finalmente el nombre del “ganador” de dicha encuesta será el que previamente el Presidente de la República decidió. No hay vuelta de hoja.

Y quien designe López Obrador será el que se presente como el que la gente decidió “en forma libre y democrática”, como “la corcholata” favorita del presidente porque así lo decidió el pueblo.

El gatopardismo en pleno, a su máxima expresión, bajo el control del Primer Mandatario del país.

López Obrador será el “destapador” y Mario Delgado -si el “destape” es antes del 31 de agosto del 2023 cuando concluye su gestión- o quien entonces sea el dirigente nacional de Morena, será el ejecutor del mandato presidencial disfrazado de “encuesta”.

Así la 4T, tan priista como en sus mejores tiempos.