Por Julio César Hernández

Que triste papel el de los priístas. No son capaces de hacer un proceso democrático interno para elegir a su nuevo dirigente. Todo es mera faramalla, teatro, show, espectáculo… ¡Cómo extrañan el “dedazo”! ¡Cuánta falta les hace el Gran Elector!

El Consejo Político Estatal decide que la elección sea a través de la asamblea de consejeros políticos; el Comité Ejecutivo Nacional lanza una convocatoria con los requisitos a cubrir por los aspirantes.

Como ocurre siempre, la lista de aspirantes es larga. Todos se apuntan. Unos, ignorantes de sus limitaciones que creen que por el simple hecho de ser militante, tienen el perfil para aspirar a la presidencia, en una falta de autocrítica y honestidad hacia sí mismos; otros, chantajistas que pretenden “negociar” su exclusión a cambio de otros espacios.

Pero bien dice el dicho: “No tiene la culpa el indio sino quien lo hace compadre”. La convocatoria establece el porcentaje de apoyo que requiere cada aspirante para lograr su registro, y no pone limitante alguno para que sectores, movimientos y organizaciones den su firma de apoyo a cuántos aspirantes quieran.

Pero no es necesario que se los prohíban expresamente.

Basta que cada dirigente tenga la valentía para negarle la firma de apoyo a quienes saben que no cubren el perfil para ser dirigente, por muchas ganas que tenga, y que únicamente se apuntan para ver qué logran o por simp,e currículum.

Y ellos, los dirigentes, saben muy bien quiénes son esos.

Y ante esa falta de decisión, de firmeza y de valentía para negar la firma de apoyo, es que hoy vemos un triste espectáculo de “ depuración” de aspirantes, mediante un simulacro de votación en el que lo mismo participan ex gobernadores que ex alcaldes, munícipes y presidentes de comités municipales e, inclusive, diputados.

Los aludidos aseguran que no pueden limitarle su derecho de aspirar a la dirigencia a quien cumpla los requisitos. Pero estos aspirantes no pueden obligar a los dirigentes a darles su firma de apoyo. Si esto se hace, tenga la seguridad de que no habría más de tres o cuatro aspirantes.

Pero como no son capaces de eso, hoy tenemos a la docena de aspirantes –muchos de ellos gustosos, aunque sepan que no recibirán ni un voto- sometidos a un sondeo entre distinguidos militantes, en la casa de enlace del senador Ramiro Hernández García. ¡Ni siquiera en la sede del PRI!

¿Entonces para qué una sesión de Consejo Político?

¿Para qué una convocatoria? Si tan faltos están de un Gran Elector, de una “línea”, bastaba con pedirle a Ramiro Hernández que desigara al nuevo presidente.

Tenga la seguridad de que quien finalmente lo sea, tendrá la “bendición” del Senador.