Apenas pasó la consulta popular del domingo pasado -la verdad no sé cómo denominarla porque nunca fue para sancionar a los expresidentes como se promocionó y se sigue promocionando, y la pregunta resultó tan engorrosa y confusa que es difícil referirse de manera simple a ella-, y el presidente Andrés Manuel López Obrador ya lanzó el reto a sus adversarios para que lo confronten en el ejercicio de la revocación de mandato.

Utilizó la consulta popular para sus fines -políticos, por supuesto-, y ahora hará lo mismo con el asunto de la revocación de mandato, prevista para el seis de marzo del año próximo, aunque se carece de una ley al respecto, como lo ha lamentado el propio presidente del Instituto Nacional Electoral, Lorenzo Córdova Vianello. Y aún así, el presidente manejará el tema como mejor le convenga para seguir provocando a sus adversarios y enemigos políticos. Sabe hacerlo y, sin duda, lo hace muy bien.

El martes pasado, en la “mañanera”, ya les lanzó el primer “anzuelo”. Dijo: “El bloque conservador tiene la oportunidad ahora de reagruparse como lo hicieron en junio, que querían que no contáramos con la mayoría en la Cámara de Diputados, y se unieron todos: políticos, corruptos, la mayoría de los medios de información, los sectores más retrógrados; salió el pensamiento rancio, conservador que siempre se matiene en el país desde la época de los conservadores del siglo XIX (…)”.

Y luego soltó una lista de calificativos. Los llamó “retrógrados, conservadores, corruptos, individualistas, egoístas, clasistas, racistas…”. Agregó: “No pudieron y ahora viene de nuevo otro desafío. Que se vuelvan a agrupar para que llamen al pueblo a que voten para que yo me vaya… Es la revocación de mandato… El pueblo va a decidir si me quedo o me voy”.

Este será el siguiente juego del presidente López Obrador: provocar a sus adversarios con el tema de la revocación de mandato, sabedor de que caerán en su juego, de que le responderán, de que se distraerán con lo que él declare; conocedor que los medios de comunicación recogerán sus declaraciones y los articulistas y columnistas se dedicarán a responder, a criticarlo o a apoyarlo, según sea el caso. Y así, la revocación de mandato será su nuevo distractor de aquí hasta donde le dé.

Pero, además, lo hace y lo hará porque sabe que difícilmente se cubrirán los requisitos necesarios, no tanto para que se registre la revocación de mandato sino para que se inicie el proceso mismo de este ejercicio, pues, primero, se necesita que lo solicite el tres por ciento de la lista nominal del Instituto Nacional Electoral:o sea, se necesitará recabar dos millones 700 mil firmas, de los 90 millones 132 mil 250 ciudadanos registrados en el INE. Segundo, este tres por ciento debe ser de 17 de los 32 estados; pero para que el proceso sea válido, y se decida si se mantiene o se retira del cargo de presidente de la República, debe participar el 40 por ciento de esa lista nominal, estamos hablando de 36 millones de ciudadanos.

Las firmas para solicitar se inicie el proceso para la revocación de mandato pueden comenzar a recolectarse entre el mes de noviembre y hasta el 15 de diciembre, para que se lleva a cabo en marzo. Pero, ¿será posible en mes y medio recabar 2 millones 700 mil firmas? Yo sostengo que no. Pero presumamos que se logra, ¿acudirán a las urnas 36 millones de ciudadanos para emitir su postura sobre si se va o se mantiene en el cargo López Obrador? También sostengo que no.

Y esto lo sabe el propio López Obrador, como sabía que tampoco participaría el 40 por ciento de los ciudadanos en su confusa consulta popular; tanto, que decidió agendar una gira por Nayarit el día de la consulta y no participar en ella, sabiendo que no habría mesas receptoras especiales para quienes estaban fuera de su lugar de residencia.

Así, pues, preparémonos para ver “hasta en la sopa” el tema de la revocación de mandato por obra y gracia del presidente de la República, quien, reitero, con este tema buscará mantenernos distraídos y seguir azuzando y provocando a sus adversarios políticos.

Y si no, al tiempo…