¿Se equivocó Marcelo Ebrard Casaubon con su mensaje de ayer? ¿Le ganó la desesperación y decidió lanzarse al ruedo sin protección? ¿Se jugó la última “carta” que le quedaba al advertir que tiene el juego perdido? ¿Se jugó el todo por el todo, sabedor que su mensaje más que dirigírselo a la dirigencia nacional que encabeza Mario Delgado Carrillo, realmente es un reclamo al presidente Andrés Manuel López Obrador? ¿Qué reacción habrá de Palacio Nacional después de esto?

Ebrard Casaubon dijo: “Exhorto a la dirigencia de nuestro partido a que deje de disimular y a que y a que tome medidas… es más, no exhorto, exijo a nombre de todos los ciudadanos. Y también se le comunique a todas las dependencias de gobierno federal, estatales y municipales que tienen que respetar el acuerdo que se firmó, al menos del 17, que es mañana, al tres de septiembre. Que Morena, la dirigencia, actúe a la altura de lo que es este movimiento…”.

Ese “exhorto a la dirigencia de nuestro partido a que deje de disimular”, ¿de veras es un reclamo a Mario Delgado y a Xóchitl Hernández, presidente y secretaria general de Morena, o es un “te digo Juan (Mario) para que me escuches Pedro (Andrés Manuel)”? Es ingenuo creer que Marcelo es tan ingenuo como para creer que muchas de las decisiones que aplica el dirigente Delgado Carrillo no son más que instrucciones que salen de Palacio Nacional, aunque no ignoramos que él tiene también un interés particular en esta contienda, pero que no es diferente al que tiene el líder político del movimiento.

Marcelo como prácticamente el resto del país, sabe que el Gran Elector despacha en Palacio Nacional. Y la queja de Ebrard, en realidad, es contra el inquilino de ese lugar. Sabe que en torno a la sucesión en Morena, incluyendo este proceso, nada se hace sin el visto bueno del líder político del movimiento, del mismo que los sentó y “leyó la cartilla” en aquella cena en el restaurante al interior de la Librería Porrúa.

Los señalamientos y denuncias que hizo en contra de Claudia Sheinbaum pueden ser ciertas, no tenemos porqué no creerlas, pero no las acompañó de pruebas que le hubiesen dado mayor sustento y hubieran puesto en verdaderos aprietos a esa dirigencia a la que le exige que deje de simular. Pero sabe que de hacerlo, tendría quizás que exhibir a quién señalan de estar detrás de todo esto que Ebrard critica: al presidente de la República.

Si, como acusa, “están usando masivamente a la Secretaría de Bienestar en todo el país” y “a sus brigadas para decirle ( a la gente) que el presidente quiere que sea Claudia”, ¿por qué no lo hizo presentando evidencias en ese momento? No es que se dude de sus dichos, pero la contundencia hubiera sido demoledora.

Marcelo acusa que las dependencias del gobierno federal, estatales y municipales no cumplen con el acuerdo que los aspirantes firmaron, y en el que se prohibía que aquellas intervinieran en la contienda. ¿Por qué no dar de una vez por todas “santo y seña” de qué dependencias -además de la Secretaría y me imagino que las delegaciones de Bienestar- incurren en esta práctica? ¿Por qué no denunciar en qué estados y municipios se hace lo mismo? ¿Será que los secretarios de Estado, los gobernadores y los presidentes municipales lo hacen por iniciativa propia y se mandan solos o reciben instrucciones “de arriba” para apoyar a quienes han apoyado?

Y otro paso en falso que dio ayer Marcelo Ebrard, fue haberse echado encima al resto de los aspirantes, al excluirlos, de manera reiterada, de esta contienda afirmando que la lucha sólo es entre Claudia y él. Menospreció y minimizó -sabiendo que ninguno lo iba a seguir en su aventura, realmente en contra del presidente López Obrador, y no tanto contra Mario delgado- a Adán Augusto López Hernández -quien calificó su actitud de “una falta de respeto” para sus demás compañeros-, a Ricardo Monreal Ávila, a Gerardo Fernández Noroña y a Manuel Velasco. Obviamente todos se lo recriminaron.

Marcelo sentenció: “Se inicia el conteo: 13 días para la encuesta, o Claudia o yo”; “¿Queremos el futuro o queremos quedarnos donde estamos? Esta decisión es o Claudia o yo”; “La decisión real es Marcelo o Claudia, eso es lo que hay que decidir”; “Que quede claro, que hoy las opciones que tenemos somos, el de la voz y Claudia”…

Ebrard Casaubon decidió, pues, “jugarse su resto” en contra de López Obrador, a sabiendas de que la dirigencia de Morena -como lo hizo al igual que el Consejo Nacional-, negaría todos sus señalamientos, alegando que ha actuado con imparcialidad y que no había irregularidad alguna. Al no presentar pruebas de sus denuncias y acusaciones, el propio Marcelo les dio la ruta de salida.

¿Qué decisión tomará ahora, después de esto? ¿Qué decisión tomará si no gana la encuesta y, por tanto, no es el coordinador de defensa de la cuarta transformación o como se llame? Ahora esta es la pregunta que propios y extraños se hacen. ¿Romperá con Morena? ¿Le recriminará a López Obrador? ¿O guardará silencio y acatará el resultado?

Las respuestas las conoceremos… al tiempo.