Julio César Hernández
Jorge Arana Arana dice estar libre de toda culpa sobre las presuntas irregularidades administrativas cometidas durante la pasada Legislatura, de la que formó parte y fue presidente de la Comisión de Administración.
Se deslinda de las presuntas irregularidades:
“En el tiempo en que yo estuve como presidente de la Comisión de Administración, hasta agosto de 2009, hubo una buena administración en el Congreso. Lo que se cuestiona sucedió en los últimos cuatro o cinco meses de la Legislatura; sobre todo en enero del 2010, que es cuando se manejan los presuntos desvíos de recursos. En ese entonces yo ya no era presidente de la Comisión”.
Y dice estar dispuesto a comparecer si es requerido:
“Yo no soy ajeno, estoy dispuesto a aclarar cualquier situación en lo que a mi persona corresponde. No tengo nada qué esconder, y cuando se me requiera de manera oficial acudiré”.
Asegura tener la conciencia tranquila:
“Tan es así, que estoy trabajando como diputado; doy la cara por todos lados. Tengo 20 años en la política y siempre estoy buscando nuevas oportunidades, porque no tengo cola que me pisen. Veo directo, veo de frente, y cuando he cometido errores, como todo ser humano, los he reconocido”.
Recordó que cuando asumieron la 58 Legislatura, también heredaron temas “escabrosos y escandalosos” de la 57 Legislatura. Y refiere cuatro de ellos: el mural (en el acceso al recinto), el elevador, los baños y los vehículos.
“Yo me pregunté: ¿me voy a dedicar a investigar o a trabajar? Me dediqué a lo segundo y le pedí a la Auditoría Superior que hiciera la investigación”.
Arana Arana defiende su paso al frente de la Comisión de Administración de la pasada Legislatura y recuerda que también enfrentaron muchas limitaciones económicas, pero que nunca hubo problemas tan lamentables y graves como ahora.
“Tuvimos contratiempos, pero nunca, de ninguna manera, tuvimos el problema tan delicado de que llegara la quincena y no hubiera para pagar. En la pasada Legislatura -presume- tuvimos la oportunidad de negociar, con la aportación del gobierno del Estado, para que se comprara el edificio de Juárez y Corona, donde ahora se le renta al banco que nos lo vendió y que con esa renta se puede pagar el costo de la compra.
“Fue una oportunidad, una ganga esa compra, que costó 30 millones de pesos, por la ubicación, ocho niveles, más de ocho mil metros construidos y más de 300 metros de terreno. Y tuvimos recursos suficientes para que se equipara gran parte del mismo edificio”, concluyó.