Desde hace doce años -dos sexenio en términos políticos- que llegó al poder como presidente municipal de Tlajomulco en 2009 y hasta la fecha, Enrique Alfaro Ramírez no ha logrado establecer una buena relación con los reporteros, periodistas y medios de comunicación. Así, los tres en ese orden; reporteros, los encargados de cubrir su “fuente”; periodistas, los articulistas, columnistas y analistas; y medios de comunicación, a quienes les ha endilgado infinidad de calificativos negativos: “periodiquitos”, “basura”, “chantajistas”.

Hay excepciones en estos tres rubros, sí, pero estas excepciones no hacen periodismo sino propaganda o, bien, se han convertido en los voceros oficiales del alfarismo. Lamentable.

Y por eso antes de que concluyera el año pasado plantee la siguiente pregunta: ¿Por qué Alfaro odia a los periodistas?

No lo entiendo de otra manera. Los considera sus enemigos por el simple hecho de hacer periodismo y ejercer la crítica. O en muchas ocasiones ni la crítica, simplemente por cumplir con el ejercicio obligado del periodismo: preguntar, cuestionar, interrogar. No más.

Y cuando digo “buena relación” no me refiero a que sean cómplices, a que los medios callen y el gobierno los premie. A que los reporteros y periodistas sean salameros o ignoren -como hoy lo hacen no pocos- los problemas que padecen y enfrentan los ciudadanos y los errores o malas decisiones del gobernante; o -como hoy lo hacen algunos- destaquen las acciones, obras o hasta dichos del gobernador como si fueran la “octava maravilla” del mundo. No, se trata de que el gobernante gobierne y que los medios de comunicación -donde incluyo a reporteros y periodistas- realicen su labor de informar y analizar. Y que el primero acepte la crítica, y que cuando no está de acuerdo con ella argumente, pero que no amenace, que no castigue y que no ignore. Y que los segundos lleven a cabo su trabajo en el marco de la ética y los valores que guían el ejercicio periodístico.

El gobernador Enrique Alfaro se fue de vacaciones en medio de un atentado a la libertad de expresión y de informar que provocó al prohibirle al secretario de Salud, Fernando Aranguren, responder a los cuestionamientos de la reportera Rocío López Fonseca a la que, además, calificó de “reventadora”. Y regresó de esas vacaciones anunciando que había presentado una demanda en contra del periodista Ricardo Ravelo, quien hizo públicas las declaraciones de un testigo protegido en los Estados Unidos que dejaban mal parado al Mandatario estatal. Y en el marco de este caso le advirtió al reportero José Luis Escamilla que manejara la información “bajo tu responsabilidad”, lo que fue interpretado por propios y extraños como una velada amenaza.

Y por si faltara algo más, antes de cerrar el año se atentó en contra de las instalaciones del Cana 44 de la Universidad de Guadalajara -en el Cerro del Cuatro donde se encuentran sus antenas-, y fueron asesinados los dos guardias que las cuidaban. Todo eso en menos de 30 días.

Los tres casos ocasionaron que organismos y organizaciones nacionales -Comisión Nacional de Derechos Humanos- e internacionales -Artículo 19- defensores de los derechos humanos y de la libertad de expresión condenaran la actuación del gobernador Alfaro y le exigieran respeto y un ambiente de libertad para el ejercicio del periodismo en Jalisco. Y han solicitado también la aplicación de medidas cautelares para reporteros y medios de comunicación. Pero nada lo hace cambiar de actitud. Más que a los partidos de oposición y a sus representantes en el Poder Legislativo, considera a los medios de comunicación, no sus adversarios sino sus enemigos. No se refiere ni dirige a la oposición política como lo hace a los reporteros, periodistas y medios de comunicación que han sido y son críticos a sus gobiernos en Tlajomulco, Guadalajara y ahora el gobierno del Estado.

¿Por qué le cuesta tanto a Enrique Alfaro aceptar la crítica de los medios de comunicación? ¿Por qué considera que esa crítica responde no al ejercicio pleno del periodismo sino a intereses de sus adversarios políticos? ¿Por qué en los hechos asume actitudes lópezportillistas del “no te pago para que me pegues”? ¿Por qué sus argumentos a la crítica periodística son lanzar una serie de calificativos negativos, en algunos casos rayando en la amenaza, a los medios, reporteros y periodistas? ¿Por qué cree que él y su gobierno no deben ser objeto de la crítica periodística? ¿Por qué cree no le asiste la razón a los reporteros, periodistas y medios de comunicación y a él sí?

Si esta ha sido la constante desde 2009 -hace 12 años-, ¿debemos esperar que en los tres que restan de su administración su actitud hacia los reporteros, periodistas y medios de comunicación cambie? Yo no creo que eso sea posible de suceder. Bueno, simplemente no va a suceder.

Nunca, desde que ejerzo el periodismo en Jalisco -desde 1985-, la labor del reportero, periodista y medios de comunicación había estado sometido a la agresión del gobernante en turno. Nunca como ahora, ejercer el periodismo en Jalisco es un riesgo.

Por eso la pregunta es seria: ¿Por qué Alfaro odia a los periodistas?