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Julio César Hernández
Las versiones sobre un serio “enfriamiento” de las relaciones entre el presidente Felipe Calderón y su ex secretario de Gobernación, Francisco Ramírez Acuña, no son nuevas; sin embargo, las diferencias cada día son más evidentes.
Trascendió la versión de un diálogo nada amable que sostuvieron la semana pasada en un evento en el que coincidieron en el presidium y que tuvo que ver con la molestia presidencial del zafarrancho que tuvieron los diputados, entre ellos César Nava y Beatriz Paredes, por el acuerdo antialiancista  firmado por el PRI y el PAN con el Secretario de Gobernación como testigo de honor, desde la tribuna de San Lázaro.
Cuentan que ahí habría habido un regaño de Calderón a Ramírez Acuña.
Días después, tras reunirse con los familiares de las ajusticiados en Ciudad Juárez, y en su calidad de presidente de la Cámara de Diputados, Ramírez Acuña subrayó que el estado ha fallado en materia de seguridad, lo que muchos entendieron como una manifestación de desacuerdo del ex gobernador de Jalisco con la estrategia que aplica el Ejecutivo para el combate al crimen organizado.
No sería esta la primera vez en los últimos tiempos que Ramírez Acuña hiciera esta declaración, pero sí llama la atención por la sucesión de hechos que advierten de un rompimiento de relaciones entre ambos personajes, dicen en los corrillos legislativos de San Lázaro.
¿Será cierto o serán meras especulaciones de quienes quisieran ver ese rompimiento? Estas voces que bastará esperarnos al final del actual período legislativo para confirmarlo, pues será cuando Ramírez Acuña deje la presidencia de la Cámara y apuestan a que pasará a ser uno más de los 500 diputados, ya sin reflectores de por medio por lo que resta del sexenio. ¿Será?