Del pasado lunes 4 a la fecha, no hemos al Jorge Aristóteles Sandoval Díaz que observamos el viernes uno de marzo cuando tomó protesta como gobernador en el recinto del Congreso del Estado y asumió el cargo con su discurso en el Patio Mayor del Instituto Cultural Cabañas.
Ahí vimos a un Aristóteles Sandoval sonriente, contento, feliz. Había razón para estarlo. Era su día, era el arranque de un proyecto por el que trabajó años atrás y que hoy veía cristalizado. Él mismo subrayó que una de sus principales virtudes era la paciencia en la vida política. Y así fue.
Sin embargo, al parecer muy pronto despertó del “sueño” que todo Mandatario vive el día de su asunción donde todo es fiesta, todos lo felicitan, todos quieren estechar su mano y darle un abrazo, tomarse la foto con él. Muy pronto se enfrentó a la realidad que es gobernar un estado de la magnitud de Jalisco… muy pronto se dio cuenta del tamaño del reto que tenía enfrente.
Pronto tuvo que enfrentar los señalamientos de que detrás de él alguien más iba a gobernar, de que el Gobierno Federal le imponía nombres y apellidos en su gabinete, de que uno era el que gobernaba y otro el que mandaba. Lo que lo obligó ya a dar el primer “manotazo” en privado, pero dejando que se supiera.
Luego tuvo que enfrentar el asesinato de uno de sus secretarios -el de Turismo-, apenas nueve días después de haber iniciado su gestión; hecho que fue mal enfrentado en los primeros días y que agarró a su equipo de seguridad desbalanceado, tanto, que a la fecha no convencen las razones del por qué lo invitó a colaborar con él.
Este crimen obligó al Gobernador a “encerrarse” y no hablar ante los medios de comunicación por varios días, quizás recomendado a no hacerlo para evitar los cuestionamientos de los periodistas. Pero cuando dio la cara y atendió a los medios de comunicación nada pasó. Salio bien al paso de los cuestionamientos.
Pero de aquel día -lunes 4- a la fecha, hemos visto a un Jorge Aristóteles de rostro duro, adusto, rídigo, tenso, donde la sonrisa desapareció por completo, y que lo único que proyecta es preocupación, tensión, en un joven gobernante que apenas está arrancando su mandato.
Y, a decir verdad, parece tener un equipo que poco le ayuda. Es más, sus colaboradores de gabinete parecen andar igual: tensos, preocupados, con la brújula desorientada, salvo muy pocas excepciones. Sí, hablan ante los medios, declaran, hacen evaluaciones, diagnósticos, pero como que aun no terminan por acomodarse en sus respectivos cargos.
Algo hay en el ambiente del Gobierno del Estado que parece no querer arrancar, dar el “banderazo” de salida. Y quizás eso sea lo que proyecte el mismo titular del Ejecutivo.
Aristóteles Sandoval tendrá que volver a “agarrar aire” y comenzar no sólo a actuar como Gobernador sino a proyectar esa imagen: de un Gobernador firme y con quien su gabinete comienza a trabajar ya bajo su batuta. Debe demostrar que ya está sentado en la silla del Gobernador de Jalisco.