Un día como hoy del mes pasado, la noticia comenzó a circular cautelosa y prudentemente en redes sociales alrededor del medio día de aquel Domingo de Ramos. Conforme transcurrían los minutos, la información se multiplicaba hasta el infinito para sorpresa de todo mundo, y telegráficamente se confirmaba: Murió Raúl Padilla López. Se suicidó.

Ha transcurrido un mes del lamentable hecho y los temas de discusión se mantienen en la mesa: Que si fue o no suicidio; que si la presunta carta póstuma que circuló es o no auténtica; que si la presunta carta póstuma la “filtró” o no la Fiscalía del Estado; que si la “filtró” o no la familia; que si es su letra o no el texto de la presunta carta póstuma; que si era capaz de incurrir en faltas de ortografía; que si la razón que lo llevó a quitarse la vida es verdadera o no; que si padecía o no Alzheimer; que si sabía o no que se había abierto una carpeta de investigación en su contra por parte del gobierno federal; que si era cierto o no que el viernes anterior le habían notificado -extraorficialmente- que lo iban a detener; que si dejó o no instrucciones de que se buscara el diálogo y reponer la buena relación con el gobernador del Estado; que si instruyó o no que se retiraran las lonas y cualquier manifestación de protesta en contra de Enrique Alfaro; que si dejó dicho o no quién sería su sucesor a la cabeza del Grupo Universidad…

Después de 30 días de aquel suceso, sólo dos cosas son ciertas: 1. Que Padilla López falleció; y 2. Que ni la familia ni las autoridades han hecho declaración alguna sobre todas las especulaciones y versiones que se han difundido alrededor del lamentable hecho.

No hay señal alguna que nos indique o dé indicios de que en el corto plazo podamos encontrar respuesta a todas las interrogantes que se mantienen abiertas. Salvo que suceda algo extraordinario que la obligue a cambiar de decisión, la familia se seguirá guardando silencio bajo una premisa: Raúl falleció y no hay nada más que decir. Las autoridades, si no hay elementos fundados que modifiquen el escenario de cómo sucedieron los hechos y las causas, tampoco tendrán algo qué decir y reinará el silencio oficial. Y si, como se comenta en los corrillos, había algo en contra de Padilla López, todo lo que pudiera existir también fue “enterrado” el mismo Domingo de Ramos.

A partir del lunes 3 de abril la realidad en la Universidad de Guadalajara y en el entorno de Raúl Padilla López, es otra. Como lo referimos en su momento, no quedará otra manera de hablar de la historia contemporánea de la UdeG que con un “antes y un después” de Raúl Padilla, del “Licenciado”, del líder moral de la máxima Casa de Estudios, y político del Grupo Universidad.

Hoy ha transcurrido el primer mes de la muerte de Raúl Padilla, y así seguirán transcurriendo más días, más meses y más años de su ausencia, y quizás las versiones no confirmadas y las especulaciones seguirán circulando en las redes sociales, seguirán siendo motivo de análisis en los medios de comunicación y en las mesas de discusión, y seguirán siendo, para todos los demás, un misterio.

Pero una cosa es cierta: Raúl Padilla López ya no está entre nosotros, y con él se fueron las respuestas a todas las interrogantes que flotan en el ambiente, porque todo lo que se diga ahora al respecto será cuestionable y siempre reinará la desconfianza.