¿Qué hay detrás de la manifestación de ayer encabezada por los tres universitarios udegeístas-priistas más visibles públicamente: Leobardo Alcalá Padilla, J. Trinidad Padilla López y Jaime Prieto Pérez?
Más allá de la cantidad de asistentes -unos hablan de mil y otros de hasta tres mil-, de cómo llegaron al lugar acordado -abordo de camiones-, de lo que les prometieron a cambio de su asistencia -puntos extras a su calificación, dicen-, o si sabían o no a qué acudían -hay testimonios de jóvenes estudiantes que lo ignoraban-, vale plantearse la pregunta:
¿Cuál es el motivo que llevó al Grupo Universidad (UdeG) a organizar esta marcha-mítin para exigir la realización de un proceso abierto a la militancia para elegir al nuevo dirigente estatal del PRI, cargo al que aspira el ex regidor, ex diputado federal y ex delegado del CEN en Baja California, Alcalá Padilla?
Los universitarios saben que con esta marcha no aseguran un proceso abierto en la elección de su dirigente ni es la llave para que Leobardo Alcalá obtenga la presidencia que todos sabemos está reservada para el secretario del Trabajo, Héctor Pizano Ramos, quien así como ha recibido el espaldarazo de sectores y organizaci0nes priistas también ha sido señalado de que será el responsable de concretar desde el partido la transición presuntamente pactada ya con Enrique Alfaro Ramírez y su partido Movimiento Ciudadano para entregarle el poder en las elecciones del 2018.
Hay quienes especulan que la movilización universitaria de ayer tuvo como objetivo presionar en busca de obtener mayores espacios en el partido o en el mismo gobierno, pero otros apuestan a que es la forma en que el Grupo Universidad -y su líder Raúl Padilla López- pretende chantajear o presionar al PRI -y concretamente al gobernador Jorge Aristóteles Sandoval- a fin de lograr mayor número y mejores candidaturas en el proceso electoral del año próximo que las que les pudiera estar ofreciendo su contraparte alfarista, considerando que hoy el PRD no es el mejor vehículo para buscar ganar elecciones.
Ambos argumentos se quedan en la esfera de la especulación, pero lo que observamos ayer en la plazoleta de la sede estatal priista es la ausencia de un acuerdo previo entre el Grupo Universidad, el PRI y el gobernador Sandoval Díaz para cerrar filas en torno al mejor perfil para la presidencia del partido, para la definición de las próximas candidaturas y para enfrentar al que se considera que es su adversario común: Enrique Alfaro.
Este acuerdo se concretó para las elecciones del 2012 -por la gubernatura- y del 2015 -por las alcaldías y diputaciones-, ¿por qué no se puede concretar para los comicios del 2018? ¿Acaso el Grupo Universidad estará pidiendo más de lo que Aristóteles cree que merece? ¿O quizás Sandoval Díaz considera que a diferencia de los dos procesos electorales anteriores hoy no necesita de aliarse con Raúl Padilla López? ¿O tal vez, como se escucha en los corrillos políticos, el Mandatario estatal y su partido se preparan para administrar una derrota el próximo año y buscan quedarse con lo poco que pueda asegurarles seguir manteniendo el control político dentro del PRI como oposición?
Ignoro si antes de abrir el proceso para la elección del nuevo dirigente -o sea, antes de que Pizano Ramos comenzara a moverse con éste propósito- hubo o no acercamiento entre el PRI y el Grupo Universidad -por no decir entre Aristóteles y Raúl- para abordar y quizás hasta negociar este asunto, pero si lo hubo entonces todo indica que no lograron llegar a un acuerdo y muestra de ello es la movilización del día de ayer. Y si no lo hubo, entonces la situación está más grave, porque a diferencia de procesos anteriores hoy Sandoval Díaz consideró que no era conveniente acordar o negociar con Padilla López o éste se negó a responder al llamado del Mandatario estatal.
Sin embargo, todo parece indicar que Sandoval Díaz y el PRI están dispuestos ahora a jugar sin convidar al Grupo Universidad y a su líder Padilla López, cuando se asegura que en los procesos anteriores acudieron a ellos para hacer frente a la fuerza del alfarismo a la que lograron vencer en alianza en 2012.
Existe la versión de que la sesión extraordinaria del Consejo Político Estatal estaba prevista para dentro de 15 días, pero que al parecer se quiso dar “madruguete” ante una reunión programada por Leobardo Alcalá y se convocó para hoy sábado, por lo que los universitarios tomaron el miércoles la decisión de movilizarse, la operaron el jueves y la realizaron ayer viernes.
Asimismo, estaba considerado que la elección del nuevo presidente del PRI sería mediante el voto de los consejeros estatales -o sea poco más de 600-, pero a decir ayer del actual dirigente José Socorro Velázquez la propuesta que se planteará hoy a los consejeros es que se amplíe a la participación también de los 125 consejos políticos municipales, con lo que el universo de votantes sería de 17 mil aproximadamente. Si se aprueba esto último, sin duda podría atribuírsele este cambio de señal a la presión del Grupo Universidad, que entonces tendría mayor margen de maniobra si no para ganar sí para abrir un “boquete” que no tenían previsto en Casa Jalisco y en Calzada del Campesino.
Pero no falta mucho para conocer qué sucederá al interior del PRI de frente al proceso electoral del próximo año. Sin embargo, pase lo que pase,  podemos advertir que el escenario con el que se llega hoy para definir el método de elección del nuevo dirigente y el que pudiera registrarse el dia de la elección es el de un eventual roimpimiento entre el Grupo Universidad, el PRI y el gobernador Aristóteles Sandoval Díaz, con todas las consecuencias que ello acarrearía para la elección del 2018.
Al tiempo.