Por Julio César Hernández

El miércoles, en su visita a Guadalajara, Luis Maldonado, presidente nacional del partido Convergencia, anunció que en las elecciones del 2009 contenderán solos, sin ir en alianza alguna con cualquier otro partido.

Esta declaración se hizo 24 horas antes de que la Suprema Corte de Justicia de la Nación anulara, por inconstitucional, el apartado número cinco del artículo 96 del Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (Cofipe), que permitía que, en una alianza, el partido que obtenía más votos “regalara” al aliado sufragios que le aseguraran mantener su registro.

A esto se le denominó cláusula de vida eterna para los partidos chicos.

Hasta ahora los partidos chicos no enfrentaban mayores problemas al aliarse a un “hermano mayor”, pues por lo regular sabían vender muy bien sus votos al mejor postor. Basta de claro ejemplo el caso del Partido Verde Ecologista, que en las elecciones del 2000 se alió al PAN con la candidatura de Vicente Fox y en el 2006 lo hizo con el PRI para impulsar la candidatura de Roberto Madrazo Pintado. En ambos casos, obtuvieron un buen número de curules y escaños legislativos.

Ahora, en las reformas al Cofipe los legisladores habían incluido la llamada cláusula de vida eterna, lo que de alguna manera le permitía a los partidos chicos no perder su registro, gracias a los votos regalados por el partido grande para lograr el porcentaje marcado por la ley.

Con esta decisión de la Suprema Corte, el ministro Genaro Góngora Pimentel advirtió que los partidos chicos están encaminados a su “destrucción”.

Y seguramente así será para bien de las finanzas públicas, pues no es posible que existan tantos partidos que no son capaces de conseguir un porcentaje mínimo de votación, con lo que los únicos beneficiados con las participaciones que reciben por parte del IFE son sus dirigentes y grupos cercanos.

Y es que un país no es más democrático por la cantidad de partidos, sino por la calidad de ellos.