Gilberto Pérez Castillo

Las supuestas inconformidades surgidas por las designaciones dentro del nuevo Comité Directivo Estatal del PRI, que encabeza Javier Guízar, no son más que una muestra más de los vicios y las miserias que han mantenido a ese partido en la oposición por más de 12 años en Jalisco.

Hace muchos años, muchos dirigentes priistas dejaron de voltear hacia afuera, hacia la sociedad, porque confundían, y siguen confundiendo, la grilla interna con la política de verdad.

A este tipo de priistas se les olvido hace muchos años que existe una sociedad a la que el PRI debe estar atento; que al PRI le urge una nueva militancia que sume sus esfuerzos a los de los priistas actuales; que son más importantes los intereses de la gente que sus pequeñas ambiciones de burócratas de partido; y que no hay peor pastel para repartir que el que no existe.

Estas supuestas inconformidades también son el reflejo de un estilo de hacer política, poco viril por cierto, de decir una cosa de frente y actuar de manera distinta por la espalda.

Por eso, hacer un escándalo en la filas del PRI porque dos o tres priistas, de un comité de más de 30, no se sintieron compensados como esperaban, o porque después de aceptar el encargo siempre no les gustó, les representa a los propios priistas un desgaste que no necesitan.

En esta coyuntura, el PRI tiene la gran oportunidad y responsabilidad de ser un partido de oposición real y de ser una alternativa verdadera de gobierno.

Pero poco podrá hacer la recién estrenada dirigencia estatal si cede ante los chantajes internos en lugar de atender los muchos y urgentes asuntos externos que tiene que atender el PRI.