Por Julio César Hernández

Como presidente del PRD en Jalisco, a Gabino Berumen Cervantes le tocó saborear las mieles del lópezobradorismo en los comicios del 2006 y lograr sumar para la causa de esta corriente una gran cantidad de votos en la elección federal, que para su mala fortuna no logró reflejar el mismo día para la causa de Enrique Ibarra Pedroza que buscó la gubernatura.

Pero “haiga sido como haiga sido”, como bien dijo el clásico michoacano, en el historial de Berumen Cervantes quedará registrado que el PRD logró en Jalisco el mayor número de votos que jamás había obtenido en una elección… y que quizás jamás vuelva a lograr.

El sábado pasado concluyó la era berumenista en el perredismo local e inicio una etapa más de este partido con Raúl Vargas López en la presidencia.

Vargas López forma parte del Grupo Universidad que encabeza su tocayo Raúl Padilla López; fue aspirante a la rectoría universitaria, pero se retiró en el camino para dejarle el paso al priísta Carlos Briseño Torres; fue vicerrector en la pasada administración universitaria con Trinidad Padilla López; ocupó también la dirección de los Hospitales Civiles; y antes aspiró a la gubernatura bajo las siglas del partido del Sol Azteca.

Raúl Vargas López toma la dirigencia de un PRD que –como todos los demás partidos-, está dividido; él no pertenece –como tampoco su antecesor- a la corriente de López Obrador, por lo que tendrá en ésta el primer reto a enfrentar: que las diferencias no se ensanchen más.

Y es que desde este terreno de las corrientes podría no ser evitables desencuentros con el actual presidente del Congreso, Enrique Alfaro Ramírez, un obradorista de “hueso colorado”.

De entrada, deberá de trabajar finamente para lograr que la bancada perredista en el Congreso camine en el mismo sentido, pues nadie desconoce que entre Alfaro Ramírez y el coordinador de aquella, Samuel Romero Valle, no existe la mejor relación.

Seguramente que sus esfuerzos tendrán que centrarse en un trabajo de reconciliación interna, pero no puede descuidar la imagen externa, porque enviar mensajes de diferencias y desencuentros a la sociedad, hará perder credibilidad al gastado argumento –utilizados por todos los partidos- de que “no hay división” sino “diferencias normales como en todo partido democrático”.

La verdad que cuesta trabajo aguantar la risa cuando se escucha esto.

También encabeza un PRD que aun con un López Obrador activista ha vuelto a sus índices normales y tradicionales de aceptación y apoyo entre la ciudadanía: no más de 20 ó 22 puntos porcentuales.

Ya no se diga en Jalisco, donde corre serios riesgos de perder terreno ya ganado, ante la división y la falta de atractivo para la población. Raúl Vargas López es un hombre de diálogo que sabe hacer política, y que hoy tiene la oportunidad de demostrar que sabe hacerla bien.

Y si eso significa aliarse con el PRI en las elecciones del 2009 para enfrentar al PAN, en su momento se sabrá si fue acertado o no hacerlo.

Como también con el tiempo sabremos si Raúl Vargas era lo que requería el PRD en Jalisco.