Foto: @XochitlGalvez

La única diferencia que encuentro hasta el momento -aceptando que estamos en el período de precampañas- entre Xóchitl Gálvez Ruiz, precandidata de la coalición Fuerza y Corazón por México (antes Frente Amplio por México) y Samuel García Sepúlveda, precandidato de Movimiento Ciudadano, a la presidencia de la República, es el género: mujer y hombre.

La gran similitud entre ambos: la frivolidad y el gusto por el “reality show” político.

Desde que Gálvez Ruiz fue “descubierta” y presentada como la lidereza que esperaba el país; como la gran figura que llegaba para colocar al bloque opositor (denominado entonces “Va por México”) a una posición del “tú por tú” frente a cualquiera de las entonces “corcholatas” (nunca me gustó llamarlas así por el tono despectivo para cualquiera de ellos y ella) del presidente Andrés Manuel López Obrador; como la esperanza para combatir y acabar con la 4T, no ha sido capaz de pronunciar un discurso de fondo que le dé a los mexicanos luz sobre a dónde pretende llevar al país. Su narrativa se ha enfocado a “pelear” con AMLO, en su momento con los aspirantes a la coordinación de la defensa de la cuarta transformación en el país, y ahora con quien ganó la contienda morenista, Claudia Sheinbaum Pardo. Si acaso, en alguna ocasión, “pinceladas” de alguna acción contra la inseguridad público.

Es cierto, como precandidata debe hablarle a la militancia del PAN, del PRI y del PRD, pero ni eso logra. Y el reflejo de ello está en las encuestas. En un lejano segundo lugar.

Cuando se creía que su propaganda sería innovadora, fresca, fuerte y contundente, recurriendo incluso a la inteligencia artificial en las redes sociales como lo fue al inicio de su promoción con imaginación y creatividad, hoy vemos patéticas escenas dignas de una carpa, de un sketch de cualquier programa cómico de televisión comercial. El “chacoteo” es característica de su propaganda, y eso más que ayudarla la desprestigia.

No hay imágenes que reflejen a un personaje con la altura de quien aspira ser la primer presidenta de la República.

¿De qué sirve llenar salones, lienzos y pasillos de aeropuertos, si se carece de lo fundamental: ideas que le digan a los mexicanos que hay capacidad e inteligencia para gobernar un país, para regresarlo del pasado al que lo ha llevado el gobierno lópezobradorista, para encaminarlo a un mejor futuro? La popularidad no basta. Y ejemplo de ello hemos visto fracasar en países de sudamérica, varios de los cuales han sabido rectificar a tiempo.

Xóchitl Gálvez es víctima de su propia debilidad. Se excusa de no “palomear” candidaturas de la coalición que la postula porque argumenta que “o palomeo” o “ando en precampaña”. Lo único que deja en evidencia es que es rehén de las cúpulas partidistas que la “adoptaron” como su candidata, pero que anteponen sus intereses personales o de grupo. Por eso “Alito” Moreno aguanta los gestos de menosprecio que la precandidata ha tenido para él. Finalmente el dirigente nacional del PRI gana más entendiéndose con sus homólogos del PAN y del PRD que sintiéndose el “ofendido” por la virtual candidata presidencial.

¿A qué vino Xóchitl Gálvez a Jalisco? A mostrar “músculo” al llenar un lienzo charro de “representantes” de la “sociedad civil”, pero cuyo mensaje pasó desapercibido porque no generó interés a los medios de comunicación ni a los jaliscienses. ¿A qué vino Xóchitl Gálvez a la Feria Internacional del Libro? A evidenciar que desconocía el nombre del libro que se escribió sobre ella y que ella estaba presentando. Esto sí fue nota nacional.

Pero esta es Xóchitl Gálvez, a la que su nuevo coordinador de comunicación, Max Cortázar, tendrá que salvar del fracaso.