La Universidad de Guadalajara y su líder político, Raúl Padilla López, es para el gobernador Enrique Alfaro Ramírez lo que el Instituto Nacional Electoral y su presidente, Lorenzo Córdova Vianello, es para el presidente Andrés Manuel López Obrador: una obsesión.

Aunque se crea que es una broma, parece ser la misma obra con diferentes protagonistas. El INE avaló el triunfo de López Obrador en el 2018 y la victoria de Morena en más de una veintena de gubernaturas a partir de ese mismo año a la fecha; la UdeG apoyó y ayudó a Alfaro Ramírez a obtener su primer triunfo electoral en Tlajomulco y hace cuatro años la gubernatura de Jalisco. Córdova Vianello y Padilla López estuvieron al frente de ambas acciones, respectivamente, y ahora se han convertido en los enemigos a vencer, y podríamos decir sin exagerar a aniquilar, por parte de los titulares del Ejecutivo, uno federal y el otro estatal.

Y para lograrlo, ambos recurren al mismo método ante la imposibilidad de hacerlo de otra manera: “ahorcándolos” financieramente. El problema es que ni Córdova ni Padilla son los grandes afectados por estos actos de venganza en su contra de los gobernantes sino los ciudadanos, en el caso del INE, y los estudiantes en el caso de la UdeG, aunque en este último caso finalmente la afectación se extiende a catedráticos y padres de familia.

Tanto López Obrador como Alfaro Ramírez denuncian que el INE, por un lado, y la UdeG, por el otro, despilfarran los recursos públicos sin mirar hacia el interior de sus gobiernos y comprobar que, si es así como lo denuncian, ellos hacen lo mismo. En una palabra, “ven la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el propio”. Otros dirían que son “candil de la calle, oscuridad de su casa”.

Mientras el presidente de la República y el gobernador del Estado se “montan en su macho” y no quitan “el dedo del renglón” para hacerle creer a los ciudadanos que la solución a sus problemas está en reducirles los recursos económicos a ambas instituciones, tanto el INE como la Universidad de Guadalajara han demostrado públicamente las consecuencias de ese caprichoso recorte presupuestal. Es una historia paralela cuyo final para que está escrito: los dos se saldrán con la suya, gracias a las mayorías legislativas que como súbditos acatan sus órdenes e instrucciones, unos -los morenistas- en la Cámara de Diputados y otros -los naranjas- en el Congreso del Estado.

Y lo peor de todo esto es que otra historia hace que sus vidas políticas se crucen: tanto Andrés Manuel López como Enrique Alfaro en campaña se “vendieron”, se ofertaron, como que ellos eran diferentes a sus adversarios. “No somos iguales”, presumían como si el guionista de ambos hubiese sido el mismo. Pero los hechos los han desmentido.

Sin embargo, la realidad -como en muchas otras cosas más- volverá a parafrasear el cuento corto de Monterroso: “Y cuando despertaron… el INE y la UdeG seguían ahí”.

Al tiempo…