Por Julio César Hernández


Hace cuatro años, en 2004, se llevó a cabo en la capital del país una multitudinaria marcha ciudadana en demanda de mayor seguridad pública y en repudio a la inseguridad que se vivía en ese entonces.


Mañana sábado se efectuará una marcha similar que, a diferencia de aquella, tendrá extensiones en varias entidades del país e, inclusive, en algunas ciudades de Estados Unidos. El motivo es el mismo: demandar mayor seguridad pública y protestar por la inseguridad que ya ha cobrado varias víctimas inocentes. Aquí en Guadalajara la cita es a las 19:30 horas en la esquina de Vallarta y Chapultepec, para de ahí partir rumbo a la glorieta de La Minerva. Se pide que todos los asistentes porten ropa blanca y una vela que será encendida conforme se oscurezca la noche.


Seguramente que lo que suceda esta tarde-noche de mañana sábado será espectacular y conmovedor. Tendrá su mensaje implícito, pero… ¿y al día siguiente, qué? ¿Y 24 horas después, qué? ¿Y una semana después, qué? ¿Y un mes después, qué? ¿Y un año después, qué?


Han transcurrido cuatro años de aquella magna marcha del 2004 con el mismo objetivo y nada o muy poco es lo que se ha avanzado en el combate a la delincuencia simple –por llamarla de alguna manera- y a la organizada.


Es cierto, las autoridades federales y estatales han llevado a cabo acciones que han costado vidas de elementos de seguridad que cayeron en cumplimiento de su deber; han desmembrado bandas delincuenciales; han aprehendido a integrantes de las mismas; y han incautado una gran cantidad de drogas.


Pero para la sociedad en general todo eso ha sido insuficiente ante el tamaño del “monstruo de cien cabezas” que se resiste a morir, y se resiste porque en no pocas ocasiones es alimentado por malos elementos de las corporaciones de seguridad que están obligados a combatirlo.


Las autoridades están obligadas a ganarse o recuperar la confianza de la ciudadanía en sus corporaciones de seguridad, pues es cierto que a nosotros no sólo nos corresponde participar en marchas de protesta, sino ser corresponsables del combate a la inseguridad desde nuestro terreno. ¿Cómo? Denunciando.


Pero para denunciar necesitamos tener la seguridad de que tenemos a la autoridad de nuestro lado y no de que están del lado de la delincuencia. Es cierto, por fortuna este escenario no es el más dentro de las corporaciones, pero sí es un factor determinante.