“Estamos trabajando de manera coordinada con el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro (pausa ante abucheos y gritos contra el gobernador)… y que así vamos a continuar. No podemos dividirnos, ¡no podemos estarnos peleando! Se requiere la unidad (…). Sería realmente perder una oportunidad hacernos a un lado o estarnos peleando cuando tenemos la gran tarea de transformar a México…”.

Lo anterior lo expresó el presidente Andrés Manuel López Obrador durante su discurso en la inauguración de la base de la Guardia Nacional en Tepatitlán, mientras que en Lagos de Moreno Alfaro Ramírez tuvo que responder a quienes ahí también lo abuchearon durante su intervención. Dijo: “En esa actitud, lo único que hacen es lastimar al país (…). A los que gritan y ofenden les digo desde ahorita: no pierdan su tiempo, yo estoy concentrado en lo mío y vamos a dar resultados, vamos a callar las bocas de quienes no creen…”.

Y le dijo a López Obrador: “Yo vengo el día de hoy a refrendarle Presidente que cuenta y contará con un servidor para cumplir los compromisos…”.

Llama la atención que en cada visita presidencial la tónica del discurso de López Obrador sea un llamado a la unidad, a la concordia y a aclarar que entre él y el Mandatario jalisciense no hay diferencia alguno y que trabajan en coordinación, mientras que el de Alfaro Ramírez sea aclarar, subrayar y reiterar que su gobierno siempre trabajará coordinadamente con el gobierno federal y que el presidente de la República cuenta con él para trabajar a favor del país.

¿Serían necesarias estas aclaraciones y reiteraciones de ambos Mandatarios si hubiese una buena relación? ¿Tendrían que andar destacando uno y otro que ambos trabajan coordinados? ¿Tendrían que decirle a los jaliscienses que entre ellos no hay pleito alguno?

La verdad y la realidad es otra: Alfaro Ramírez se queja de que lleva tres meses solicitando una audiencia con López Obrador y que es fecha de que no le responden, en tanto que a diferencia de otros tiempos, hoy Andrés Manuel no salió en defensa del gobernador ante los abucheos y gritos de sus simpatizantes en contra del jalisciense. Hoy guardó silencio.

Y destaco esta escena tan repetitiva en las visitas presidenciales porque de este distanciamiento entre ambos, de las diferencias que guardan uno con el otro, Jalisco sigue pagando las consecuencias. Muestra de ello es lo que sucede en torno al Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi), que aunque nos dicen que ya hubo un acuerdo, hasta no verlo implementado con éxito podemos creer que es así. O en el tema de la inseguridad pública, donde el gobierno estatal sigue recriminándole al federal que el combate al crimen organizado es su responsabilidad y poco hace. Y qué decir de la Línea 3 del Tren Ligero, que todo ha sido promesas y cada vez nos convencemos de que difícilmente estará en funcionamiento el mes próximo, en marzo.

Lamentablemente no advierto que este escenario en la relación entre Andrés Manuel López Obrador y Enrique Alfaro se modifique, menos cuando se avecina un período electoral donde las diferencias y los enfrentamientos se agudizarán aquí en Jalisco, quizás más que en otras entidades.

Tampoco podemos esperar un cambio de actitud de ambos Mandatarios, simple y sencillamente porque en muchas cosas son iguales. Y si no, al tiempo.