Por Julio César Hernández

Desde su creación, la Comisión Estatal de Derechos Humanos ha cargado con la fama pública de que es un organismo que defiende más a los delincuentes que a las víctimas. Y valga decir que esa fama no es gratuita, pues en más de una ocasión hay casos que confirman la creencia ciudadana, desde que la comandó el extinto Carlos Hidalgo Riestra, pasando por Guadalupe Morfín y concluyendo hasta ahora con Carlos Manuel Barba García.

Quizás fue con Guadalupe Morfín cuando esta fama cobró más fuerza. Tanto, que para la historia quedaron los enfrentamientos de la polémica ex presidenta con el gobernador Francisco Ramírez Acuña y el cardenal Juan Sandoval Iñiguez.

La Comisión se fundó en las postrimerías del gobierno de Carlos Rivera Aceves, en enero de 1995, y su primer presidente asumió el cargo apenas unos días después de que el PAN ganó por primera vez la gubernatura en Jalisco. Hidalgo Riestra inició su gestión el 28 de febrero de 1995 y la concluyó en 1999.

Aquellos días fueron de reacomodo, de asentamiento de un organismo ciudadano que veía la luz por vez primera. Sin embargo, no estuvo exento de la polémica y de casos discutibles.

Guadalupe Morfín llegó y generó toda una revolución que le valió ocupar amplios espacios en los medios de comunicación. Fue cuando la Comisión Estatal de Derechos Humanos tuvo un protagonismo que para algunos fue exagerado y para otros necesario a fin de que las autoridades advirtieran la existencia de ese organismo.

La verdad es que creemos que fue exagerado ese protagonismo que mientras le ganó simpatías ante las cada vez más crecientes organizaciones no gubernamentales, por otro lado provocó el rechazo ciudadano porque no fueron pocas las ocasiones en que se envió el mensaje de que era más un organismo defensor de delincuentes que de las víctimas.

Y tan es así, que las propias autoridades policiacas han referido que cuando han detenido a delicuentes, el primer teléfono que traen registrado en sus teléfonos celulares es, precisamente, el de la CEDH.

El bajo perfil con el que se condujo Carlos Manuel Barba durante su gestión al frente de este organismo no lo exentó de la polémica y de críticas y ataques, de un lado y de otro. Y no pudo acabar con esa imagen de que defendía más a delincuentes que a las víctimas.

Ahora el presidente electo de esta Comisión, Felipe de Jesús Álvarez Cibrián, se ha puesto como una de sus metas terminar con esta mala imagen de que es defensora de la delincuencia. ¿Cómo lo hará? No hay otra forma que cada una de sus recomendaciones sea, efectivamente, para defender a las verdaderas víctimas, a los ciudadanos de bien que sufren el abuso de las autoridades, y no de verdaderos delincuentes que reclaman el respeto de sus derechos humanos cuando ellos no respetan los de sus víctimas.

La tarea para Álvarez Cibrián no es fácil. Pero debe tener la seguridad de que estaremos al pendiente de su trabajo y seremos puntuales en señalarle si deveras va por el camino correcto o no para acabar con esa fama negra de la CEDH.

Mala fama ganada a pulso.