Hay quienes consideran inadecuado e incorrecto que personajes de la política, como dirigentes de partidos y legisladores, hayan participado en la multitudinaria marcha del domingo pasado en defensa del Instituto Nacional Electoral (INE), y de paso en contra de la iniciativa presidencial en materia de reforma electoral, que porque era un evento de la ciudadanía. Considero que, por el contrario, no sólo fue un acierto de quienes lo hicieron sino de los propios ciudadanos que los dejaron participar y no los repudiaron, aunque quizás razones no les faltaban.

Y digo que fue un acierto porque, como referí ayer, esta marcha bajo el clamor de que “el INE no se toca” no sólo tenía dedicatoria para el presidente Andrés Manuel López Obrador, Morena y la 4T, sino también para la oposición como advertencia de que bajo ninguna circunstancia, a través de sus legisladores, deberían de aliarse con el gobierno para satisfacer las ambiciones presidenciales y salvar el “pellejo” ante las amenazas de actuar en su contra ante la “larga cola” de pendientes que pudieran traer.

Es el caso, por ejemplo, del dirigente nacional del PRI, Alejandro “Alito” Moreno, quien fue increpado e insultado ese día cuando estaba en un restaurante, luego de que por su causa se rompió la coalición de “Va por México” al decidir aliarse con Morena para sacar adelante la iniciativa para que el Ejército ampliara su participación en tareas de seguridad pública. Pese a este suceso, “Alito” Moreno no sólo “aguantó vara” y continuó en la marcha, sino que de manera extraordinaria fue y ha sido reiterativo en que su partido no aprobará reforma alguna que atente contra el INE y el Tribunal Federal Electoral. Si de alguien se desconfió en este caso, fue del PRI, de sus legisladores y de su dirigencia.

Esa presión social sobre “Alito” y el PRI, los obligó a no aliarse con Morena para sacar adelante esta reforma electoral, amén de que el dirigente priista ha sido “blanco” del golpeteo de la gobernadora campechana Layda Sansores y, se dice, del incumplimiento del gobierno federal a los acuerdos a que se habían llegado.

Por eso, qué mejor que Alejandro Moreno hubiese sentido en carne propia, en esta marcha, la presión ciudadana de no permitirle otra traición más y la recriminación por la que ya había cometido.

Pero no sólo el dirigente priista, sino que su homólogo del PAN, Marko Cortés, debió de haber tomado nota del mensaje ciudadano, no obstante que el panismo ha sido el más firme opositor a la política lópezobradorista y en particular a la reforma electoral, de manera que propuso su propia iniciativa al respecto.

Esta es otra lección que dejó la marcha del domingo, un mensaje muy claro y contundente para la oposición, para los dirigentes partidistas y para los políticos de este bloque. Después de lo sucedido el domingo en la capital del país y en muchas otras ciudades del país, la oposición en México ya no puede titubear para demostrar de qué lado debe de estar, si es que quiere seguir existiendo.

El domingo la ciudadanía le marcó a esa oposición la ruta a seguir, dependerá de ella qué futuro quiere para el 2024.