Las paredes de la capilla del Seminario Menor de Guadalajara -donde se concentró ayer un buen número de sacerdotes- parecieron estremecerse ante las palabras del obispo auxiliar Miguel Romano, pidiéndole perdón al cardenal Juan Sandoval Iñiguez porque hubo quienes se negaban a aceptar la voluntad de Dios y pretendieron imponer la voluntad de los hombres.
¿De qué hablaba el obispo Romano al término de la ceremonia litúrgica en honor del cardenal Sandoval Iñiguez, a quien de esta forma se le rendía un homenaje y al mismo tiempo se le despedía como Arzobispo de Guadalajara? ¿A qué se refería?, se preguntaban no pocos de los asistentes.
El propio obispo Romano respondió a esa pregunta mental que estaba en muchos de los presentes:
Pidió perdón porque no supieron parar la serie de anónimos que salieron dentro del propio presbisterio en contra del cardenal Juan Sandoval Iñiguez, y cuyo objetivo era minar su autoridad, quitarle el mando de la comunidad sacerdotal.
Reporteros de Radio Noticias 1070, Canal 7 y María Visión, los únicos presentes en la ceremonia, registraron la confesión del obispo Miguel Romano, por lo que al final de la ceremonia y antes del banquete organizado ex profeso, platicaron con el cardenal Juan Sandoval quien les reveló la razón del perdón que le pidió su Obispo Auxiliar:
“Cuando llegué aquí ( a Guadalajara como Arzobispo, a la muerte del cardenal Juan jesús Posadas Ocampo), al poco tiempo salió un anónimo. Pero un anónimo es un anónimo que en la Iglesia no cuenta. Y seguramente algún resentido, algún envidioso…
“Después, hace dos años o año y medio, salió otro anónimo y se lo mandaron a la revista Proceso.
“En la Iglesia se tiene por norma que un anónimo no cuenta, un anónimo se echa a la basura porque desde la oscuridad se puede calumniar impunemente.
“El que diga algo en contra -agregó-, tiene que tener valor, tiene que ser hombre para ponerle su firma a lo que dice, y si no es cierto, pues obligarlo a que lo pruebe. Eso de los escritos o acusaciones con firma se toman muy en serio, los anónimos se echan a la basura…”, reiteró.
Contó luego:
“El prebisterio se dio cuenta y yo les dije: ‘con el presbiterio no tengo pleito’. No fue el presbiterio, fueron cuatro, cinco o seis (sacerdotes) y les dije: los que escribieron esos anónimos, primero, perdieron su tiempo porque nadie les hace caso; segundo, ¡pues no son hombres! ¡No tienen valor civil!”, concluyó.
Pero en las paredes de la capilla del Seminario Menor de Guadalajara quedó retumbando aquel perdón que el obispo Miguel Romano le pidió al cardenal Juan Sandoval, por no haber parado esos anónimos en su contra.