La semana pasada -y todo parece indicar que al menos puede suceder de aquí al 10 de marzo- el presidente Andrés Manuel López Obrador se quedó sin bandera alguna qué agitar porque una menor de siete años, de nombre Fátima, se la arrebató.

Y muchas mujeres más en México se sumaron a Fátima -como días antes lo habían hecho con Ingrid, la joven a la que su pareja asesinó y desolló-, entre “jaloneos” con los simpatizantes de la 4T a quienes terminaron por derrotar, y dejaron al Presidente sin bandera, sin discurso, sin nada con qué distraer para ocultar los graves problemas de inseguridad en el país -entre otros muchos más- y la causa del grito femenino al unísono: “¡Nos están matando…!”.

Una reprobable muerte, la de una menor cuyas últimas horas de vida no son dignas de ser recordadas por culpa de verdaderas bestias -porque no pueden ser llamadas de otra manera-, fue la detonante para que López Obrador se diera cuenta de la magnitud del problema que hoy aún se niega a reconocer bajo el argumento de que se le pretende dar “golpe de Estado”.

Con la convocatoria a “Un día sin mujeres” el Mandatario federal fue puesto contra las cuerdas y perdió el discurso. Sus “mañaneras” ya no fueron lo que venían siendo antes del asesinato de Fátima, se desdibujaron, desprendieron un olor a miedo, a temor, por más que sus colaboradores, sus aplaudidores, sus simpatizantes pretendieron deslegitimizar un movimiento que no tiene ideologías, que carece de colores partidistas, que ha recibido el respaldo unánime de los mexicanos y cuyo efecto ha traspasado las fronteras del país.

La absurda y ridícula “rifa” del avión presidencial no alcanzó para contener la fuerza con que se escuchó el grito de las mujeres en México: “¡Nos están matando…!”. Nada ni nadie ha podido callarlo por más esfuerzos que los aliados del lópezobradorismo han hecho para minimizarlo, para enterrarlo bajo el falso argumento de que es un ataque en contra del Presidente de la República.

Y tan no lo es, que la propia esposa del Mandatario, Beatriz Gutiérrez Muller, se sumó a la convocatoria de “Un día sin mujeres”… aunque luego se arrepintió y se manifestó en contra. Pero la primera reacción es la que tiene mayor valor. La simpatía de la esposa presidencial ya se había manifestado públicamente.

Pero el grito de dolor de las mujeres por la manera en que son asesinadas, tuvieron antes una llamada de atención, una advertencia de que desde Palacio Nacional se les estaba no sólo dejando solas sino agrediendo con una serie de decisiones presidenciales que las obligaba a dejarlas indefensas.

El periódico El Universal hizo ayer un recuento de las decisiones presidenciales que se han interpretado como una agresión a las mujeres de México: Redujo el presupuesto de 2019 a 2020 de al menos 20 programas de apoyo a la mujer, por casi 2 mil millones de pesos, en diversos rubros como Apoyo a las Niñas, Adolescentes y Mujeres; la Inclusión y la Equidad Educativa; la Igualdad entre Hombres y Mujeres; y las Estancias Infantiles, entre varios más.

Hoy inicia una nueva semana que no se augura vaya a ser un “lecho de rosas” para el presidente López Obrador; por el contrario, puede mantener o incrementarse la inconformidad en su contra ante su indiferencia a un grave problema que ha movilizado a los mujeres mexicanas: el maltrato en su contra hasta el asesinato.

Y es que Andrés Manuel López Obrador se niega a escuchar el grito que ya sobrepasó nuestras fronteras: “¡Nos están matando…!”, aunque eso lo haya dejado sin bandera discursiva alguna qué agitar.

Todo porque una niña de apenas siete años se encargó de “arrebatársela” y dejarlo arrinconado.

¿Qué sucederá después? Al tiempo…