Ayer domingo el gobernador Enrique Alfaro Ramírez rindió su cuarto Informe de Gobierno durante una atropellada sesión solemne del Congreso del Estado en la que dejó ver destellos del poco respeto que le guarda al Poder Legislativo, cuya casa utilizó para discutir y pelearse con otros invitados, y a cuya mayoría de diputados tiene sometida a su voluntad, al igual que hizo en la pasada Legislatura.

Pero de lo sucedido ayer, ya lo comentaremos poco a poco en próximas entregas.

Lo que ahora hay que preguntarnos es si habrá quinto Informe de Gobierno de Alfaro Ramírez el próximo seis de noviembre del 2023, cuando la carrera por la sucesión presidencial estará “a todo vapor”, cuando la disputa por las candidaturas presidenciales al interior de los partidos políticos estará “al rojo vivo” y cuando aquí en Jalisco atestiguaremos si el partido del gobierno, Movimiento Ciudadano, enfrenta o no un quiebre interno, y si el partido que le puede disputar la gubernatura, Morena, logró superar o no sus diferencias internas y lograr llegar con fuerza a la recta final, independientemente del nombre y apellido de su candidato a la gubernatura. O quizás, esto último termine por ser la perdición del partido de la 4T.

No sabemos si para entonces Enrique Alfaro continuará como gobernador del Estado o ya habrá y obtenido licencia parea retirarse del cargo y lanzarse como candidato de MC a la presidencia de la República o termina refugiándose en el equipo de campaña de quien será el abanderado naranja para llegar a Palacio Nacional. No sabemos si el próximo informe lo rendirá quien se apuesta sería el lógico sucesor para cubrir el interinato como lo hizo en el Ayuntamiento de Guadalajara, Enrique Ibarra Pedroza, secretario general de Gobierno.

Lo sucedido ayer dentro y fuera del recinto legislativo, y durante los últimos meses, semanas y días, son muestra plena y contundente de que el gobernador Enrique Alfaro no goza de un ambiente favorable entre la sociedad y diversos sectores que la componen. Y lo que es peor: nunca un gobernador del Estado se había enfrentado y maltratado tanto a los medios de comunicación y sus directivos y propietarios como el hoy inquilino de Casa Jalisco, quien en este capítulo, concretamente, no es otra cosa sino una copia fiel del López Obrador de las “mañaneras”.

Ni el gobernador, ni sus colaboradores más cercanos, ni mucho menos la propia ciudadanía que le dio el triunfo en 2018, hubieran apostado por el escenario actual que enfrenta Alfaro Ramírez como gobernador, que contrasta ampliamente con el Enrique Alfaro candidato a la alcaldía de Guadalajara y a la gubernatura. El poder, sin duda alguna, lo transforma.

Alguna vez comenté aquí en Marcatextos que veía a un Enrique Alfaro que no gozaba ser el presidente municipal de Guadalajara ni el gobernador de Jalisco. Algo se lo impedía, y se lo impide. No sabemos qué es, pero no goza el haber llegado a lo que ha confesado era su máxima meta: gobernar su estado. Los hechos lo siguen confirmando.

Quizás la de ayer fue la última vez que vimos a un Enrique Alfaro posarse frente a sus súbditos y rendir su informe de actividades, pero quizás sus proyectos se frustren y posiblemente volvamos a ver el mismo escenario que ayer, pero más intenso, con un pronóstico imposible de proyectar desde ahora.

De lo que sí estamos seguros es de que el gobernador Enrique Alfaro Ramírez enfrentará cada día más un escenario adverso, tanto frente a sus adversarios políticos como a sectores de la sociedad insatisfechos con su actuación y que se sienten engañados, sino es que hasta menospreciados.

Y si no, al tiempo…