En estos tiempos de campaña, la seguridad ha sido una bandera a la que muchos candidatos se han ceñido buenas intenciones más no de “propuestas” a fin de conseguir los votos de los ciudadanos a los que pretenden gobernar.

El tema por sí mismo representa un reto significativo, especialmente en un país en donde la sangre de cientos de miles se ha derramado manchando su estabilidad y su imagen. Sin embargo, sin importar cuán difícil parezca éste, candidatos han presentado fórmulas que se antojan “mágicas” para resolverlo y cambiar la cruenta escalada de violencia e inseguridad que vivimos.

El caso específico de Samuel García, aspirante de Movimiento Ciudadano (MC) para la gubernatura de Nuevo León, se convirtió en tendencia pues en el debate que sostuvo con sus adversarios políticos hizo una referencia directa a Jalisco y al modelo de videovigilancia Escudo Urbano C5 implementado en la Zona Metropolitana presumiendo de su eficacia y de la coordinación policial que deriva de este sistema; modelo que buscaría replicar en su estado.

El contraste vino del aspirante del PRI y PRD, Adrián de la Garza, quien sugirió que en Jalisco lo único que funciona con eficiencia es el crimen organizado que se ha apoderado del Estado y ha sembrado el miedo entre su población.

Queda claro que ambos candidatos fueron a ese debate con un speach armado por sus consultores y asesores de campaña, y que la visión de ambos equipos sobre lo que sucede en Jalisco son totalmente distintas, ya sea que están basadas en la realidad o en el deseo de manipulación.

Mientras tanto, aquí en Jalisco es usted quien, a partir de lo que vivimos en la entidad, deberá sacar sus propias conclusiones sobre la visión de los regios respecto a nuestra realidad en torno a la seguridad.